“COMO
VIENTITO DEL SUR”
Cuentos y otras yerbas
Cuentos y otras yerbas
A la memoria de la Tita, mi vieja, y
del Kiko Herrera.
Los bienes de la Cultura
Popular circulan y se difunden de manera oral, de boca a oreja y de una edad a
la otra. Esta es una de las razones por lo que me ha resultado difícil escribir
estos relatos que alguna vez escuché de buenos conversadores en guitarreadas y
en prolongadas sobremesas, entre los que puedo contar a mis padres y a
los muchos amigos con los que el viento me amontonó. Una cosa es charlar con
gente entrañable y otra muy distinta es contar escribiendo. Veremos.
La misión pretenciosa de este espacio es que
a estas pequeñas historias, la memoria no las omita.
Pasen nomas, la puerta está abierta y la mesa puesta.
Cocho Pedraza
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Índice de "Cuentos"
1. El Comisario.
2. Los indios.
3. Patriotismo.
4. Habla popular.
5. Carreras cuadreras.
6. Cuchillos y cuchilleros.
7. Viejos mentirosos. Las loras.
8. Viejos mentirosos. Higos congelados.
9. Viejos mentirosos.Perro de caza.
10. Viejos mentirosos.La helada.
11. Viejos mentirosos. Los indios Zonas.
12. Viejos mentirosos.Perro ahorcado.
13. Nombres, sobrenombres, apodos y motes.
14. Pozo de cal.
15. El acordeón.
16. La poda.
17. Títere.
18. Asado y asadores.
19. El mercado.
20. En la noche de San Juan...
21. Mis Gancias de las 11:30.
22. Peludeando.
23. Uvas en grappa.
24. Músicos.
25. Melitón Ponce.
26. Fiero pero sabroso.
27. Sal salamín.
28. Sauceros en Córdoba.
Índice de "Otras yerbas"
29. Horóscopo criollo.
30. Crítico musical en DEODORO. Tomá pa` vos.
31. Coincidencias. ¿El huevo o la gallina?
32. Yaguareté.
33. Día del Folklore.
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Índice de "Cuentos"
1. El Comisario.
2. Los indios.
3. Patriotismo.
4. Habla popular.
5. Carreras cuadreras.
6. Cuchillos y cuchilleros.
7. Viejos mentirosos. Las loras.
8. Viejos mentirosos. Higos congelados.
9. Viejos mentirosos.Perro de caza.
10. Viejos mentirosos.La helada.
11. Viejos mentirosos. Los indios Zonas.
12. Viejos mentirosos.Perro ahorcado.
13. Nombres, sobrenombres, apodos y motes.
14. Pozo de cal.
15. El acordeón.
16. La poda.
17. Títere.
18. Asado y asadores.
19. El mercado.
20. En la noche de San Juan...
21. Mis Gancias de las 11:30.
22. Peludeando.
23. Uvas en grappa.
24. Músicos.
25. Melitón Ponce.
26. Fiero pero sabroso.
27. Sal salamín.
28. Sauceros en Córdoba.
Índice de "Otras yerbas"
29. Horóscopo criollo.
30. Crítico musical en DEODORO. Tomá pa` vos.
31. Coincidencias. ¿El huevo o la gallina?
32. Yaguareté.
33. Día del Folklore.
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1- El
comisario
“…En los lindes de la mesa
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza…”
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza…”
(“El truco” de Jorge Luís Borges)
Pedro Funes es un pueblito que está entre La Carlota y Santa
Eufemia. Fue sólo un caserío, pero supo de mejores épocas. Los mapas lo
registraban, figuraba en los boletos de la empresa de colectivos COATA, había
un cartel en la ruta con su nombre, tenía una estación del Ferrocarril, una
estafeta del Correo Siempre y hasta tenía una comisaría.
Comisario y único personal policial era Ernesto Cavaignac,
mitad agente y mitad paisano.
Usaba la gorra reglamentaria, chaquetilla azul con
charreteras y todos los correajes de cuero. Del lado izquierdo del cinturón
colgaba un sable corto con empuñadura de bronce, del lado derecho una
cartuchera pero sin el revolver calibre 38 reglamentario, la usaba para llevar
un paquete de tabaco “Mariposa”, papel para armar cigarrillos marca “Smoking” y
fósforos de cera “Ranchera”.
La otra mitad, de la cintura para abajo, era un hombre de
campo con bombachas y alpargatas negras sin medias.
En otras épocas y mucho más en un lugar como Pedro Funes, el
comisario no tenía mucho para hacer. Una mañana, de aburrido nomás, arrestó a
dos linyeras que estaban en la estación ferroviaria. No habían hecho nada
malo, con sus respectivos monos esperaban
el tren carguero que iba de La Carlota a Villa María.
En la comisaría había un sótano que oficiaba de calabozo y
ahí fueron a dar los dos crotos.
El comisario Cavaignac andaba con ganas de jugar al truco,
esto lo llevó al bar del pueblo pero estaba sólo el bolichero lavando
unos vasos. Volvió a la Policía y se acordó que en la improvisada celda tenía a
tres detenidos. Levanto la tapa de madera del sótano y gritó:
-“¡A
ver los presidiarios, salgan que vamos a jugar un partido de truco!”.
Cuando
los linyeras salieron los miró asombrado y dijo:
-“¿Cómo, no eran tres ustedes?”.
-“No señor comisario, somos dos nomás”.
-“¡No, no, me están engañando! Estoy seguro que eran tres”.
Se agachó para ver adentro del calabozo y ahí fue cuando los
linyeras le dieron un empujón y Ernesto fue a dar al fondo del sótano, cerraron
la tapa y aprovecharon que el tren estaba llegando a la Estación.
Repuesto del golpe, comenzó a gritar para que alguien le
abriera la tapa de la prisión. Ya había entrado el sol y gracias a que algún
vecino lo escuchó, por fin pudo salir.
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2- Los
indios
“Atáquelo compadre
Ramón platero
no largue la laguna
ni
largue “El Cuero”.
(“Triunfo de las Salinas Grandes” de Hamlet Lima Quintana y Norberto Ambrós)
La Carlota fue zona de indios. Estaban los indios Ranqueles y
la Orquesta Típica “Los Indios”.
El cacique Ramón, célebre gracias a Lucio V. Mansilla y su
“Excursión a los indios ranqueles”, tenía como esposa a Fermina Zárate,
una huinca cautiva de La Carlota. Ramón era un fino orfebre y
sus toldos estaban en las cercanías de la laguna “El Cuero”. Fermina era prima
de Fidela Zárate, abuela de la Tita González, mi madre.
Pero “Ramón platero” no era el único, Tito Abecasis en su
libro “1806–1816. La década fundatoria en La Villa de La Carlota”, cita
la presencia de otros caciques Ranqueles: Carripilón, Llenan, Chaquelen y
Rumillán entre otros.
Por otro lado, la Orquesta “Los Indios” era una de las
clásicas formaciones que tocaban tangos en las décadas del 40 y 50, con una
línea de cuatro o cinco bandoneones, tres violines, un piano, un
contrabajo, dos o tres cantores a los que llamaban vocalistas y un locutor al
que llamaban speaker.
Fue fundada un 15 de mayo de 1942 pero yo recuerdo el período
comprendido entre los finales de los años ´50 y comienzos de los ´60, en que mi
padre fue uno de los cantores.
En ese entonces la integraban: “Poroto” Zabala (violín) y
“Rana” Zabala (piano), Alfredo Bonivardi (contrabajo), Servando Attar
(bandoneón), Dante Vallino (violín), Roberto Olguín (bandoneón), Walter
Villegas, Dodi Pedraza y “Semilla” Videla (vocalistas), Mario Jarrys
(contrabajo), Rubén Ontivero (bandoneón), “Gordo” Tortorelli (bandoneón) y Hugo
Antar Espinosa (speaker), Ildo Patriarca (acordeón) y también tocaba el
acordeón un policía que le decían “Chipi chipi”. Había acordeonistas
porque alternaban Típica con Característica y con esa formación
tocaban rancheras, paso dobles, tarantelas, foxtrot y algún valsecito criollo,
lo que años después se hibridó en el Cuarteto.
Actuaban en bailes de La Carlota y en otros pueblos de la
zona. Se trasladaban en un colectivo que era propiedad del “Rana” Zabala y en
cada viaje, además de los instrumentos y las ropa de actuación de cada
integrante, llevaban el piano del “Rana”, que debido a su peso de casi 200 Kg.
y a la incomodidad para manipularlo, se hacia muy dificultosa la subida y
la bajada al colectivito, como así también acomodarlo en los escenarios.
Una siesta de verano salieron por la Ruta Provincia Nº 4,
rumbo a un baile en Hipólito Bouchard o Buchardo, un pueblo que está al
extremo sur de la Provincia, donde hace esquina con la Provincia de La Pampa y
la Provincia de Buenos Aires.
Llegaron antes de la caída del sol y a la sombra de una hilera
de árboles, estaban jugando a las bochas varios parroquianos.
El “Rana” desde su puesto de conductor les dijo:
-“¡Eeehhh, amigos! ¿Dónde es el baile?”.
-“¿Baile?
-“¡Siii, el baile con Los Indios!”.
-“¿Indios?”.
-“Somos de la Orquesta que esta noche toca en el baile
del pueblo”.
-“¡Nooo..! Aquí no hay ningún baile”.
El “Rana” le pidió al “Poroto”, su hermano, que le alcanzara
la valija con las partituras, ahí estaba el contrato. Luego de consultarlo se
levantó, se paró en el pasillo de colectivo lleno de instrumentos y de bolsos y
dijo:
-“Muchachos, el baile es el 15 pero del mes próximo, en
Febrero”.
Terminaron todos jugando a las bochas a la sombra de los árboles.
Comieron un asado al terminar el partido y de madrugada, con la fresca,
emprendieron el regreso.
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3- Patriotismo
3- Patriotismo
En la segunda mitad del siglo XIX llegaron a Argentina
inmigrantes procedentes del Líbano y de Siria. Los “turcos” como popularmente
se los llama, buscaban nuevas tierras huyendo de la persecución que
ejercía el Imperio Otomano, lo que demuestra porqué los que vinieron eran casi
todos cristianos y no musulmanes como es de suponer. Estos libaneses, sirios y
algunos pocos palestinos se distribuyeron por todo el país, con gran
concentración en Buenos Aires y en las provincias del Noroeste, especialmente
Tucumán y Santiago del Estero, donde por lo general se dedicaron al
comercio.
En La Carlota el “turco” Mariano andaba en una jardinera
vendiendo cuanta cosa necesitara la gente de campo. Yo lo conocí en la estancia
“La Magdalena”, lo recuerdo vagamente todo vestido de negro: pantalón, saco,
pañuelo al cuello y sombrero.
En una oportunidad Mariano estaba en un potrero cortando
alfalfa en una chacra de los campos de Barreto, cuando imprevistamente apareció
el dueño muy enojado recriminándole el robo.
El “turco” se apoyó en la guadaña, se sacó el sombrero y con
la manga se secó la transpiración de la frente y le dijo:
-“¡Eehhh mi amigo, si sólo es un poco de pasto!”
Y agrego con exclamación:
-“¡Además lo que es de Argentina es para los argentinos!”
Ofuscado el chacarero, que tenia una escopeta del 16 de dos
caños en la mano, le retrucó:
-“¡Cómo argentino! ¡Cómo es eso de lo que es de Argentina es
para los argentinos, si vos sos “turco”!
A lo que Mariano le respondió:
-“¡Si, pero mi caballo es bien argentino carajo!”
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4- El
habla popular
A la luz de la Lingüística, la Semiótica y la Semántica les
voy a contar un cuento.
El habla coloquial o popular se sustenta en una lengua
oficial, pero con el agregado de palabras “ajenas” que dotan a los
hablantes de una gran expresividad y de nuevas posibilidades semánticas a
palabras del mismo idioma. Este glosario puede provenir del lenguaje de los
pueblos indios, de palabras del habla de los inmigrantes o jergas de diferentes
oficios o profesiones. Vaya como ejemplo la palabra cagar.
Podemos oír: andá a cagar, no seas cagón, qué
cagada, lo cagó a palos, se caga de risa, lo sacó cagando, etc.
y para cada caso el término en cuestión no significa lo mismo.
Es común decir cuando una persona fallece: cagó nomás o cagó
fuego y esto me hizo acordar a una historia que me contó Eusebio
Cabanay, sanjuanino, cantor y para más datos jachallero, al
que en Córdoba conocemos como “El Pujllay”.
En Árbol Verde, paraje situado en el valle de San José de
Jachal, vivía don Linamón Quiroga, hombre muy afecto a las comidas regionales:
patay, arrope, empanadas, quesillo de cabra, asado, tunas y por supuesto que el
vino sanjuanino. Bien es sabido que el quesillo de cabra y las tunas producen
graves estados de estreñimiento y don Lin Quiroga no fue ajeno a esto.
La situación tomó estado público cuando ya trascurrido cinco
días no había forma de que fuera de cuerpo, a pesar que una
curandera le preparó un té de malva y hasta un té de hojas de ombú, que vaya
uno a saber dónde consiguió ombú ya que en Jachal no hay. Otra curandera, Doña
Justa Pérez, le hizo una enema que preparó con abundante jabón de lavar, para
lo que usó un rallador de queso y luego lo diluyó en agua tibia. Hasta Beño
Molina lo curó de palabras.
Hugo Mario Cortés, vecino de Linamón, le comentaba a un
paisano que pasó frente a su casa montado en una mula gateada:
-“Lin
está cagado, si caga fuego no va a cagar pero si no caga va a cagar nomás”.
El hombre de la mula lo entendió perfectamente.
A la mañana siguiente Vicenta Peralta le preguntó a Don Albarra:
-“¿Cómo amaneció Don Lin?”
-“Y…anoche cagó.”
-“Ohh…-dijo persignándose- que en paz descanse y que Dios lo
tenga en su santa gloria”.
-“No, no –respondió Albarra- anoche se destrancó,
ya está bien.”
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7- Viejos mentirosos. Las loras
5- Carreras cuadreras.
“Le corro con mi
manchao
al alazán de
Cirilo
y no le pido ni
un kilo
como le dio al colorao
Nicacio de
abanderao
y como juez Don
Zenón
a correr desde
el portón
hasta allá,
hasta el esquinero
y me juego hasta
el apero
y empeño hasta
mi facón”
(“El desafío” milonga
de “Charrúa” y René Ruiz)
Desde siempre se han usado los caballos
para correr carreras. Durante las Invasiones Inglesa de 1806, los amantes del
turf le “echaron el ojo” a un formidable padrillo colorado malacara que montaba
el general británico Williams Beresford. Este caballo nunca volvió a
Inglaterra, fue uno de los primeros reproductores usados para mejorar la raza
criolla, que son animales chicos y así lograr caballos de mayor alzada y más
livianos.
Recuerdo las carreras cuadreras en La
Carlota, en una calle de los campos de Don Juan Boehler, siempre íbamos con mi
viejo y mi hermano. No había gateras
de puertas automáticas como ahora, se largaba de “cajones”, que eran como un
cerco donde esperaban los caballos la
orden del largador, al bajar una bandera y a la voz de: ¡Vamos!
Uno de los largadores más reconocido fue el Negro Ferrarese; los rayeros o jueces eran dos o tres
personas parados en la meta, que determinaban cuáles de los caballos resultaba
ser el ganador. Con el tiempo Fernando Pérez compró una cámara fotográfica de
revelado instantáneo, para dictaminar de manera indubitable el resultado de una
carrera.
Entre carrera y carrera había un tiempo
dedicado a las apuestas y al paseo
preliminar de los caballos, a manera de pre-calentamiento y para que la gente
los pudiera observar y en consecuencia elegir a cuál jugarle unos pesitos. En
ese tiempo de espera muchos iban a la cantina a tomar y comer en unos
improvisados mostradores hechos con tablones, de esos que usan los albañiles
para los andamios.
A Horacio Machado le gustaba el vino
pero nunca tenía para comprarlo. Se aproximaba a los vasos más llenos y
gritaba:
-“¡Ya se vinieron!”
Todos corrían hacia la cancha creyendo
que se había largado la carrera y cuando se daban cuenta de la falsa alarma, un
vaso de vino quedaba vacío.
En una oportunidad se hizo una
importante carrera en Santa Eufemia, corrían el caballo crédito de ese pueblo
con el “Saque”, un colorado rabicano (cola con canas) de La Carlota que cuidaban
los Pacuaret.
Al “Saque” lo montaba José Alberto
Pereyra, más conocido como “El culo de fierro”, que tenía la orden de sus
dueños de tirarlo para atrás para que
no ganara, ellos iban a apostar una fuerte suma de dinero al caballo de Santa
Eufemia, que por no ser el favorito pagaba el triple.
Generalmente
lo jockey usan una montura pequeña con estriberas muy corta, por lo que van casi parados sobre el lomo del caballo,
pero en ese entonces se corría en pelo
o con una lona para protegerse de sudor del animal que es muy irritante y quema
la piel.
Pereyra lejos de acatar la orden de
perder la carrera, la ganó como por cuatro cuerpos en un alarde de honestidad.
Al ver que los apostadores se le acercaban con rebenques, cuchillos,
revólveres, palos, fustas y botellas vacías, huyó montado en el “Saque” desde
Santa Eufemia hasta La Carlota.
Galopar cinco leguas en pelo no es una tarea sencilla, de ahí
el mote de “El culo de fierro”.
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6- Cuchillos y
cuchilleros.
A la memoria de mi abuelo
Miguel González y de mi tío Leandro González, que por paisanos camperos
vivieron con una cuchilla de tres remaches marca “Eskilstuna” en la cintura.
“Y gangoso con la tranca
me solía decir: -
potrillo,
recién te apunta el
colmillo
mas te lo dice un toruno
no dejés que hombre
ninguno
te gane el lao del
cuchillo”
“Las armas son necesarias
pero nadie sabe cuando
por eso
si andas paseando
y de noche sobre todo
debés llevarla del modo
que al
salir, salga cortando”
(“Marin Fierro” de José Hernández)
Esto son algunos de los consejos que le
daba el Viejo Vizcacha al hijo menor de Martín Fierro. Jorge Luis Borges, en sus poemas y en sus
formidables cuentos, cita permanentemente al cuchillo y al coraje. También se
ha escrito y hablado mucho del caronero que usaba Juan Moreyra. En estos casos el cuchillo está tomado como un arma
aunque también es una herramienta.
En Argentina, como causa del gran
desarrollo de la ganadería, se dio los que algunos antropólogos llaman “La
civilización del cuero”. Las vacas, traídas por la Conquista, se multiplicaron
por millones al encontrar clima y pasturas de excelencia en la Llanura
Pampeana, esto generó una floreciente industria en el siglo XVII: exportación
de cueros y de tasajo o charqui (carne deshidratada por acción de la sal). Los
dos tipos humanos de esta zona, el gaucho y el indio, son los artífices de esta
“La civilización del cuero” ya que sus enseres, habitación, indumentaria,
aperos, etc., lo construían con cuero de
caballo, guanaco y fundamentalmente con
cuero de vaca y su alimentación, sólo carne de vaca asada o hervida.
Esta cultura alrededor del cuero y de
la carne tuvo al cuchillo como una herramienta indispensable.
Hay
diferentes tipos de cuchillos:
Cuchillo. De aproximadamente 25 cm de hoja, no
muy ancha, encabado en madera, hueso, guampa, plata, etc.
Verijero. Son los cuchillos chicos (15 cm de
hoja) y se los llama así porque se los porta en la cintura con la punta hacia
la verija, especiales para churrasquear, capar, sacar tiento, mondadientes,
limpiarse las uñas y otras tareas.
Cuchilla. Cuchillos de hoja ancha y punta
redondeada, como los que usan los carniceros.
Facón. De hoja larga y delgada, también
suele llevar una protección para la mano, en forma de S, entre la hoja y el
cabo. Aquí no hablamos de herramienta sino de un arma. Erróneamente suele
decírsele Puñal, pero éste es una daga de pequeñas dimensiones que cabe en el
puño, de ahí el nombre.
Daga. Ídem al facón pero de doble afiladura
(filo y contrafilo).
Caronero. Es un facón de grandes dimensiones
(hoja de 80 cm), casi un espadín que el gaucho solía llevar entre las caronas
de su apero o recado, de ahí el nombre.
En el país hay un importante centro
cuchillero en Tandil, ciudad de la provincia de Buenos aires donde se forja
acero y hay muchas fábricas de cuchillos de acero al carbono, de los que se
oxidan, a diferencia de la cuchillería moderna que está usando aceros
inoxidables. Tandil es el equivalente a
Solingen en Alemania y a Toledo en España.
La tradición dice que los cuchillos no
se regalan, se venden, de lo contrario el filo corta la relación de amistad. Si
alguien te obsequia uno, debes
darle una moneda de baja nominación a
manera de pago simbólico.
También dicen que los cuchillos de
desafilan al cortar cebolla o limón o si se los lava con agua caliente. Es muy
importante la calidad del acero pero lo que realmente le hace perder el filo a
un cuchillo es cortar sobre superficies duras: platos de loza, bandejas de
metal, planchas para bifes, sartenes, etc.
”El amigo que no presta
y el cuchillo que no
corta
que se pierdan poco importa”
(Popular)
Don Ramón Egea Trujillo Gallardo Encina,
era un vasco que algún día llego como linyera a la Estancia “La Magdalena”, dos
leguas al norte de La Carlota y ahí se quedó hasta su muerte. Al vasco le
gustaba mentir y lo hacia sin tan siquiera ruborizarse. Tenía una vieja
cuchilla de tres remaches marca “Eskilstuna” echa en Suecia, porque después se
las comenzó a fabricar en Trelew.
Contaba el vasco que andando por la provincia
de Buenos Aires, en ocasión de una gran sequía, le tocó cuerear 36 vacas y en
un mismo día y sin poder afilar su
cuchilla ya que estaba en el medio del campo y sin elementos, cuando perdía el
filo la asentaba en la plantilla de la alpargata y continuaba con la tarea. A
la hora del crepúsculo coloreaban las 36 vacas bien cuereadas para festín de
aves carroñeras, zorros y algún que otro
perro cimarrón.
Mi tío Nito Pedraza tenía un perrito chupino y nos contaba cuando éramos chicos,
que queriendo cortar un salamín con un cuchillo que se lo había encabado en
cuerno de vaca el Pito Sánchez, cortó el salamín pero también cortó la tabla, el
mantel, la mesa y le cortó la cola al pobre cuzco.
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7- Viejos mentirosos. Las loras
“…No le quites trampero
el
alma al viento
al monte y al cielo.
No le quites trampero…”
(“Trampero y monte” de Néstor Soria y Mario Díaz)
Cuando éramos chicos no teníamos conciencia ecológica, ni los
chicos ni los adultos. Todo el mundo salía a cazar al campo y volvía con cantidades
de perdices que nadie comía, martinetas que solo usaban algunas para hacer un
escabeche, bolsas de arpillera repletas de pejerreyes que se terminaban
pudriendo porque nadie quería escamarlos y despanzarlos. Los cazadores de
liebres las aprovechaban, las vendían a un frigorífico que había en Río Cuarto
que las exportaban, con cuero y todo, a Europa.
Los chicos vivíamos con la gomera colgada al cuello, el
problema era conseguir proyectiles. En La Carlota, como en toda la Llanura
Pampeana, no hay piedras ni para remedio pero enseguida corría la noticia
cuando habían descargado una camionada de granza para hacer la loza de alguna
obra y los chicos salíamos con los bolsillos llenos de piedras para
hondear pájaros y cuzcos toreadores.
Nos gustaba romper a gomerazos las “tasitas de la luz”, o sea
los aisladores de los postes de electricidad y las placas enlozadas con el
nombre de la calle y la numeración que había en cada casa. ¡Qué dañinos!
Le tirábamos a todo menos a los Horneros, a las Torcacitas
porque eran “la palomita de la Virgen” y a las Viuditas, un pajarito blanco con
la punta de la alas negras. Creíamos que se cortaba la goma de la honda
al intentar matar estas aves.
Otra forma de cazar era con las tramperas o trampas, las
especies más cotizadas eran los Cabecitas negra, Jilgueros y
Corbatitas. También para cazar pájaros vivos se usaba el “pega
pega”, una resina natural que se colocaba en los alambrados y los pobres
animalitos quedaban adheridos.
El “pega pega” me hace acordar de una historia que me comentó
Rosana Dalmasso. Ella es una guitarrista argentina que vive en Málaga y esta
anécdota se la contó Damian Sánchez, un conocido director de coros que también
supo ser el director y arreglador de “Los Trovadores”, creador del grupo
“Markama”, ganador de premios internacionales con el “Coro del Club Regatas” de
Mendoza, violoncelista y compositor de hermosas canciones, la tonada “Otoño en
Mendoza” entre ellas.
Fue en un encuentro de directores de coros en Torremolinos,
donde Damián fue a dar un curso de interpretación de música
latinoamericana y en un bar mientras tomaban un café con Rosana, le contó
esta historia.
Remigio Villafañe era un paisano de San Juan que, como buen
criollo argentino y latinoamericano, le gustaba dormir la siesta.
El Capitalismo trajo la idea de que “el tiempo es oro”, que
dormir es perder parte de la vida en hacer cosas importantes y productivas.
Esas cosas importantes y productivas es ganar mucho dinero para consumir y
gastar y de paso para hacer más ricos a los más ricos. Nuevas teorías
demostraron lo saludable que resulta dormir la siesta y “…el tiempo
tirado en cafés…” como dice María Elena Walsh.
Es tan importante dormir la siesta a pata suelta que en
Argentina hay una “Mitología siestera”; para que los niños no molesten o salgan
a hacer diabluras sin el control de los adultos, el ingenio popular del
Folklore mágico ha creados los duendes de la siesta. Estos seres míticos
infunden miedo y los chicos que si bien no duermen la siesta, pero por temor no
salen a traviesiar. Así tenemos al Duende sombrerudo, La
Solapa, el Yasí yateré, el Pombero, el Mikilo, El viejo de la bolsa, etc.
Villafañe dormía la siesta sin culpas, tenía un dormitorio
con paredes de adobe y una ventanita al Oeste, por suerte al abrazante sol
sanjuanino se lo cubría un añoso Aguaribay de gran tamaño (aunque los cuyanos
lo llaman Pimiento), el tronco de un metro y medio de diámetro y una frondosa
copa de quince metros de altura. Las paredes aislantes de barro y la sombra del
árbol hacían de su pieza un lugar fresco para siestiar.
Un buen día todo se complico y ya nada fue como era entonces,
una gran bandada de loras se adueñó del aguaribay para construir sus nidos y
guarecerse del calor de la siesta. Las apacibles horas de sopor se
transformaron el un concierto desafinado y bullanguero de catas.
Don Remigio probó con la gomera pero sin resultado alguno, lo
mismo con un espantapájaros, intentó ahuyentarlas golpeando una lata pero al
día siguiente retornaban. Alguien de dijo que usara “pega pega” de modo que todas las cotorras se quedarían
adheridas y chillarían por un tiempo hasta morirse de hambre.
Compró la goma de pegar y embardunó rama por rama al gran
árbol. Legaron las loras, se posaron y al sentirse atrapadas comenzaron a
aletear con tanta desesperación hasta que arrancaron de raíz al enorme
aguaribay y se lo llevaron volando por los aires.
Don Remigio Villafañe también le contó que ya sus siestas no
eran iguales, que la habitación tranquila y fresca se había vuelto un horno.
Damián Sánchez sólo atinó a decir:
-“¡Mire
usted!”
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8- Viejos mentirosos – Higos congelados.
8- Viejos mentirosos – Higos congelados.
Te lo juro que yo mismo lo escuché, me
decía el Polo Santillán que fue quien me refirió esta historia en el año 1985 y
me la refrescó no hace mucho.
Se trata de Pedro Ledezma “El tenaz”, criollo de la zona de Cuchilla Nevada en las Sierras
Grandes de la Provincia de Córdoba.
Durante una gran nevada Don Pedro salió
a buscar su majada y se perdió en las sierras. La nieve tapa toda referencia
que un baqueano necesita para no errar el rumbo, pero por suerte pudo
guarecerse en una cueva que era madriguera de pumas, sin poncho, ni comida y sin
tan siquiera un solo fósforo. Pasaron dos o tres días hasta que la tormenta
amainó, lo que le permitió emprender el regreso
a su casa, muerto de hambre por el
prolongado y obligatorio ayuno.
En el camino encontró una higuera
repleta de higos los que comenzó a comer con desesperación, pero pronto se dio
cuenta de lo que estaba masticando:
-“¡Eran tordos negros congelados mi
amigo!”.
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9- Viejos mentirosos – Perro de
caza.
En otras
épocas las patentes de los autos eran una carta de ciudadanía, además de la
numeración consignaban el pueblo al que pertenecía el vehiculo.
En los años
70 las patentes perdieron identidad, tenían una letra que identificaba la
provincia seguida de un número de seis cifras.
Pero en los
años 90 la despersonalización fue total, tres letras y tres números, sin ningún
vínculo de procedencia.
Todo esto
viene a cuento porque en La Carlota, Don Quirico Fredes solía relatar las
habilidades de sus perros de caza. Tenía dos pointers overos negros, el
“Puchero” y el “Requecho”.
Recuerdo al
“Quiro” en bicicleta junto a Edmundo García, su inseparable amigo y socio
de toda la vida. Eran pintores de obra y a donde iban ellos, los dos perros los
seguían.
Contaba Don Quirico que
un día llegó un auto forastero a la gomería del “Macho blanco” Barbieri, que
estaba al lado de su casa. Pudieron ver que el “Puchero” estaba inmóvil en la
parte delantera del auto, como marcando la presencia de una presa. Intrigados
todos fueron a ver y en la patente del auto decía: “Las perdices”.
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10- Viejos mentirosos – La
helada.
Don Lino Rosales era de esos viejos
mentirosos de La Carlota y que no faltan en toda la Argentina y en el mundo
supongo. Esos mentirosos sin maldad, mentirosos por ser buenos conversadores,
mentirosos por “razones literarias”.
Cuando su fantasía era muy inverosímil
buscaba apoyo en su esposa y Doña Luisa, para no ser cómplice de semejante
embuste, le decía:
-“No me acuerdo Lino, por ese entonces
vos eras soltero”.
Contaba que supo andar de arriero por
la Provincia de Buenos Aires y una mañana muy fría, tan fría que se había
helado el Río de la Plata, el capataz de la tropa le pidió que rompiera el
hielo para que tomaran agua los novillos. Probó con la punta del cuchillo pero
no pudo, golpeó con el cabo del rebenque pero la capa era muy gruesa,
retrocedió unos metros para tomar envión y caer con sus dos pies juntos y así
poder quebrar la escarcha, pero fue tan grande la patinada con las rodajas de
las espuelas que cuando quiso acordar vio un cartel que decía:
“BIENVENIDO A MONTEVIDEO”.
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11- Viejos mentirosos –
Los indios “Zonas”
A Luis Tillous le encantan las
historias de viejos embusteros y él supo referirme estas andadas. El “Negro”
Carlos Iñiguez también la cuenta en su libro “Recuerdos de mi pueblo”.
Don Ezequiel Noguera era un paisano del
sur de la provincia de Córdoba, mensual de alguna estancia de por ahí. Usaba
una manta castaña sobre los hombros con la siguiente frase bordada en letras
azules: “No llorés que ya vuelvo”.
Llevaba en su billetera y los mostraba con orgullo a dos
mechones de cabello de mujer, uno pelirrojo y otro rubio:
-“Tuve dos novias en Alemania cuando
anduve de “peticero”, fue en un viaje que llevamos caballos de polo en un
barco muy grande. Una de las gringas era alazana y la otra baya”.
Solía recordar cuando lo contrataron
para una gran yerra en la provincia de La Pampa. La faena era a campo abierto,
sin corrales, donde tenían que marcar, capar y señalar a miles de novillos y
vaquillonas:
- “Nos dieron un lazo, una boleadora y
un revólver calibre 44”.
-“¿Para qué un revólver? Le pregunté al
capataz”
-“Es que en estos campos hay muchos indios Zonas”
Cuando le preguntaban cómo eran esos
indios “Zonas”, él los describía de la siguiente manera:
- “Corren ligerísimo porque tienen las
rodillas al revés, como los avestruces y
saltan como un resorte entre los pajonales”.
- “¿Pudieron matar a algunos con el
revólver que les habían provisto?
- “Enlazamos a varios pero no duraban agarrao, eran tan malos que se morían de bronca”.
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12- Viejos mentirosos - Perro
ahorcado.
Don Lino Rosales supo tener un perro
galgo de color negro, tal vez el más veloz que conoció La Carlota, tanto sea
para correr liebres como para los ñandúes.
Cuando iba al pueblo a comprar provisiones
no le gustaba llevarlo, era enteramente camorrero, se peleaba con cuanto cuzco
o perro grande se le cruzara, además y para completarla le gustaba “toriar” a
los autos.
Un día lo ató a un árbol con una
cadena, ensilló su yegua baya, famosa también, y salió rumbo al boliche del
ruso Kulich. Este almacén y despacho de bebidas estaba a las afueras del
pueblo, en el paso a nivel del callejón
que va a los campos de “La legua”.
El galgo tironeó y tironeó hasta que
pudo cortar la cadena y salió en toda la furia buscando a Don Lino, el que ya
llevaba recorrido buena parte del camino. Fue tanta la velocidad que desarrolló
el perro negro y tan brusca la frenada cuando lo encontró que, por la inercia
que le dicen, se le corrió el cuero para adelante y se ahorcó con su propio
esfínter. En honor a la verdad, Rosales no decía esfínter:
-“Pobre bestia, se me horcó con la arandela del upite”.
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13- Nombres,
sobrenombres, apodos y motes
Una mujer queda embarazada y comienzan las especulaciones
para saber cómo se llamará ese bebé. En Argentina no hay libertad para poner
nombres, uno debe elegir de un listado y en el caso que ese apelativo
no esté consignado, se puede presentar un informe que justifique
las razones con una especie de monografía sobre el origen o el significado de
tal o cual nombre.
En otras épocas no era así, por eso es que podemos encontrar
nombres muy raros. En La Carlota están los hermanos Fernández como ejemplo, él
se llama Indico Ural y ella Constelación del Este. También supe de Bakunin
Rodríguez (por el anarquista ruso Mijaíl Bakunin) y
conocí a Regalao Gadea.
Hay nombres que se ponen de moda en estos últimos tiempos, en
algunos años son los Maximilianos, las Cecilias, las Morenas,
los Jonathan. Siendo docente uno lo puede comprobar claramente, sólo hay
que mirar el listado de alumnos matriculados en las diferentes promociones.
Todas la complicaciones de encontrar el nombre para un niño
suelen ser una tarea en vano cuando aparecen los sobrenombres o apodos:
Si es Oscar le dirán Cacho, si es Gregorio, Goyo,
a los Hipólitos los llamarán Polo, a Enrique, Quique, a
las Mercedes Mecha y a las Dolores, Lola. Además
de: Beto, Tito, Paco, Cholo, Tita, Pepe, Pancho, Moncho, Nito, Gachi, Lalo,
Pocho, Betty, Nene, Lucho, Fito, Chicha, etc.
El maestro José María Firpo cuenta en su hermoso libro “Qué
porquería es el glóbulo” lo siguiente:
-“Yo, maestro, me acuerdo de la bebida que bebían los indios
porque se llama igual que una prima mía, que es Chicha”.
Hay apodos que nos dan pistas sobre la procedencia de la
persona o de sus ascendientes: el Gringo Stéfani, el Turco Hid, el Gallego
Fernández, el Tano Petrone, el Porteño Centurión, el Ruso Kulich, el Serrano
Urquiza o el Inglés Cambell. Recuerdo a don Marco Furionni al que llamábamos
“Verona” porque había nacido en esa ciudad de Italia. Lo mismo ocurrió cuando
llegó un chico al barrio y nos dijo que era de Cayuqueo (Un pueblito de la
provincia de Córdoba) y en ese mismo momento selló su mote.
Otros apodos denotan alguna característica física o de
carácter: el Jetón Amaya, el Ronco Maffrand, el Chueco Camargo, el Tuerto
Cacho, el Manco Óngaro, el Rengo Grafia, el Loco Ramonda, el Mudo Balmaceda, el
Cabezón Stauffer, el Colorado Hidalgo, el Zurdo Castagno, el Negro Iñiguez, el
Flaco Arrieta, el Ñato Prinzi, el Pelado Montes, el Tarta Bertolini, el Rubio
Fonseca, el Odioso Mansilla, el Petizo Ranchera y tantos más.
Conocí a un señor que lo mentaban el Hediondo Quevedo, lejos
de inmutarse y de bañarse y perfumarse, continuaba viviendo sin mayores
preocupaciones.
Están las personas con nombre de animales. En todo pueblo hay
un Loro, Gato, Gallo, Chivo, Perro, etc., pero también encontramos bichos menos
comunes y no tan domésticos, por ejemplo en el pueblo tenemos a: el
Urraca Ferreyra, el Puma Barancelli, el Vizcacha García, el Tero Reyné, el Foca
Olguín, el Comadreja López, el Peludo gordo Acosta y el Bagre Fachini.
En Malagueño, a un compañero de trabajo le decíamos
Lampalagua, pero no recuerdo el apellido.
No faltan apodos relacionados a las frutas y verduras: el
Lechuga Fernández, el Repollo López, Perejil Basualdo, Poroto Calderón, el
Rabanito Fernández, el Naranja Olarte, Batata Esquivel, Zapallito Bettoracci,
Banana Pueyrredón y tantos otros.
La cotidianeidad y la familiaridad con la que uno nombra a
determinadas personas, hacen que resulten normales algunos apodos que a otros
les llama poderosamente la atención, porque no son del lugar, vaya por el caso:
Punto Muerto Villalba, Medio Arquero Gauna, Tiqui tiqui Pedraza, Carlitos el
tachero Benito, el Chimango envenenado Rodríguez, Carne cruda Aragón, Boca seca
Perusia, Mate amargo Amaya, Velorio Martínez, Cloruro González, Garganta de
fierro Villagra y el Culo de fierro Pereyra, el Macho blanco Barbieri y seguro
que deben haber más.
También en Malagueño y también a un compañero de trabajo,
Juan Chocobar, le decíamos “Chau pinchila”. No era un sobrenombre para
exhibirlo sin reservas, pero en otros ámbitos que no fuera adentro de la
fábrica y entre varones, le decíamos “Chau muchacho” o simplemente Don Chocobar.
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14- Pozo de
cal
En toda casa en proceso de construcción, a las que llamamos
“obra”, había un pozo de cal. Se compraba la cal viva a granel y era necesario
hidratarla. Este trabajo de “apagado” se lo realizaba en una batea y finalizado
el tratamiento se almacenaba en un pozo cuadrado de 2 metros de lado y 1,50 de
profundidad.
El “apagado” era un trabajo duro y más si amenazaba la lluvia
y más en el Verano, por la gran cantidad de calor que generaba la
reacción exotérmica. La tarea debía realizarse en una jornada, a no ser que
existiera la posibilidad de guardarla bajo techo, lo que resultaba muy difícil
en una obra recién comenzada.
Recuerdo cuando me tocó apagar cal para la obra de mi tío
Rufino González, y para la obra de Ricardo Sánchez, en los dos casos lo hicimos
con “Maucho” López, un peón de albañil que trabajaba con mi padre. Después
aprendí mucho de cales en mis 12 años en el laboratorio de la empresa calera
“Canteras Malagueño”.
Con mucho esfuerzo “Cachula” Ogas pudo comprarse un traje
negro, corbata negra, medias negras, zapatos negros y hasta sombrero negro.
Pudo estrenar sus nuevas prendas en una fiesta de casamiento a la que asistió
orgulloso de su atildada estampa.
Los
casamientos se hacían por lo general en las casas de los padres de los novios,
en los patios. Solían cerrar con un cerco de bolsas arpilleras para que
los vecinos no “mosquetearan” y esos patios se alumbraban con faroles a kerosén.
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Como el único baño de la vivienda no
daba abasto, “Cachula” y otros muchachones fueron a orinar a una obra que estaba al lado de la casa donde
se realizaba la boda y en la oscuridad se cayó dentro del pozo de cal.
Con la ayuda de sus amigos pudo salir
del pozo, blanco de cal desde la cabeza hasta la punta de los pies. Se produjo un gran silencio, primeros por el asombro y la sorpresa y después por
pena de una vestimenta totalmente
arruinada que además le costara tanto comprarla y lo mucho que se había
alegrado cuando entró a la fiesta y todos aprobaron su “pinta”.
Los muchachos esperaban que largara el llanto, pero
“Cachula” levantó la vista, los miró y comenzó a cantar esa parte del tango
“Cuartito azul” que dice:
-”Ya no soy más aquel muchacho
oscuro…”.
Doña Anunciata también se cayó dentro
de un pozo cuando fue a buscar cal a la obra de los Poggio.
Estaba por preparar zapallos en almíbar.
Se corta el zapallo en dados de igual tamaño y antes que nada se los sumerge en
agua de cal, esto es para que forme una costra y los cubitos no pierdan su
forma, de lo contrario todo se
transforma en un puré de zapallo.
Cuando por fin la pudieron sacar del
pozo y volvía a su casa totalmente llena de cal, pasó “Fosforito” Cabral y le
gritó:
- “¡Eeehhh…Doña Anunciata! ¡¿Está por
tomar la primera comunión?!”
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15- El acordeón.
“…y para distraer
a toda esa alegre reunión
se le pidió a un viejito
que tocara el acordeón…”
(“El viejito del acordeón” polca de
José y Carmelo Aiello)
En otras épocas, previo al casamiento
las parejas se comprometían; en realidad
era una avivada para juntar
regalos y un buen motivo para hacer una fiesta con familiares y amigos.
Lo habían buscado a don Tarragona que
tocaba el acordeón para que animara la celebración. Finalizada la cena comenzó
el baile a compás de la “verdulera” de ocho bajos del vasco.
El acordeón diatónico de ocho bajos fue
inventado en Austria, en los alrededores
de 1830 y llegó a la Argentina entre los equipajes de los inmigrantes. En la Buenos
Aires de los años 1880, unos gringos italianos vendían verduras en un sulky y a
manera de pregón, como una forma de atraer a la clientela, tocaban un acordeón
diatónico de ocho bajos, de ahí el nombre de “Verdulera”, también le dicen “Cordiona” en el Litoral.
Para atajar el viento, la pista de
baile estaba rodeada de un cerco hecho con bolsas de arpilleras y Tarragona
tocaba sentado en una silla petiza, de esas que se usan para tomar mate,
haciendo espalda en la lona. Unos muchachos fueron a orinar afuera de esa
improvisada carpa, en un lugar del patio donde se cortaba la leña y de ahí podían ver
la sombra de la silueta del acordeonista que proyectaba la luz del “sol de
noche”, recortada sobre las arpilleras y por debajo de estas asomaban las patas
traseras de la sillita matera. En un
tronco de cina cina estaba el hacha clavada.
Uno de los muchachos comentó:
-“¿Quieren qué de un hachazo le corte
una de las patas de la silla del viejo Tarragona?”
Al quebrarse la pata de la silla petiza, la reacción de
Tarragona fue apoyarse con las manos, pero la mano izquierda estaba trabada con
la correa del lado de los bajos y eso hizo que el fuelle de la verdulera se
cortara por la mitad.
Lo ayudaron a levantarse al pobre vasco
que ya era un hombre de edad y muy gordo, pero por suerte no había pasado nada,
sólo el susto por la sorpresa.
El problema fue que sin acordeón se
acababa el baile, por lo que decidieron hacerle una urgente reparación de
emergencia.
Unieron las dos mitades del fuelle de
cartón con puntadas de hilo de coser y para evitar que perdiera aire,
prepararon engrudo y pegaron unos parches de papel que sacaron de una revista “El
Grafico”. Colocaron el acordeón al calor del rescoldo del fuego con el que
habían hecho el asado, para que se secara el engrudo lo más rápido posible y
así poder proseguir con la fiesta interrumpida.
Luego de media hora la gente bailaba
animadamente con los sones de la verdulera de don Tarragona.
Cuando abría el fuelle en el acorde
final de una ranchera, se podía leer:
“EMPATÓ RACING DE
AVELLANEDA”.
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16- La poda.
“Podrán al quebracho
hacharlo
trocearlo y hacerlo
leña
pero si ha soltado
semilla
toda la tierra se preña”
(Copla
popular)
Desconozco las razones pero pasa el Otoño
y comienzan las podas de los árboles. Dicen los viejos que esta tarea se debe
realizar en los meses que no tienen erres, esto es en Mayo, Junio, Julio y
Agosto, cuando están adormilados por el Invierno.
Por sentido común, más que por
conocimientos científicos, estimo que es una mala costumbre la de mutilar los
árboles. La justifico en el caso de los frutales por que aumenta la producción
y la calidad de los frutos, también
cuando era una práctica para aprovisionarse de leña. En la mayoría de los casos
se poda sin razón y nos privamos de la
hermosa sombra y del hermoso paisaje que es un árbol.
El “Churrinche” Bustos estaba el los
últimos escalones de una escalera larga podando un árbol y desde abajo Don
Grossi le decía:
-“¡Cuidado Churrinche no te vayas a caer!”
-“No se haga problemas Dante, que estoy
bien agarrado del serrucho”
El “Fletacho” Alemandi, albañil de profesión,
llevaba permanentemente un cigarrillo en la comisura derecha del labio, con el
ojo entrecerrado por acción del humo. Lucia un aspecto descuidado, con los
pantalones caídos y un pañuelo asomado del bolsillo trasero, pañuelo que no
usaba porque tenia la costumbre se
“sonarse” la nariz con los dedos y limpiarse en el pantalón.
Un día mientras jugaba al chinchón con Carlos Tessio, en una mesa del reservado del
Bar Marconi, no tuvo mejor idea que tirarle el pucho encendido en el bolsillo
del saco de Tessio:
-“¿Quién es el boludo que se está
quemando?”
El Gringo Tessio no tardó en darse
cuentas que era él el que se quemaba y avergonzado por lo que había dicho más
que por la mala acción de su compañero de juego, que le pegó una semejante cachetada
al “Fletacho” que tirado en el piso le decía:
-“¡Qué mal carácter que tenés!”
Carlos Tessio fue el célebre pensador
de La Carlota, autor de las frases:
“El
que trabaja es porque no sabe hacer otra cosa”.
“Lluvia
de mierda, viene a arruinar una hermosa sequía”.
En otra oportunidad Tessio puso a la
venta su chacra que estaba en el cruce de la Ruta 8 con la Ruta 4. Un día llegó
un interesado en comprarla y salieron a
recorrerla para ver el ganado, el estado de los alambrados, el molino y las
aguadas por lo que el posible cliente le preguntó:
-“Don Tessio, qué tal es la calidad del
agua?”
-“Pregúntele a las vacas porque yo
nunca tomé agua”
Fidel “Fletacho” Alemandi se había
dispuesto podar el paraíso que estaba en la vereda de su casa. Sentado en una
rama, con la mano derecha se tomaba de otra rama más fina y con la mano
izquierda, era zurdo, serruchaba la mismísima rama en la que estaba sentado.
Trabajaba con alegría mientras cantaba
el valsecito criollo “…Tengo mil novias, tengo mil novias, de los amores yo soy
el campeón…”
Un vecino se percató del error del “Fletacho”
y le gritó.
-“¡¡¡Fidel, te vas a caer !!!”
No terminó de avisarle que Fidel junto con la rama se precipitaron a tierra. Aturdido por el
golpe y la sorpresa, se levantó con el pucho aun en la boca y le dijo a su
vecino:
-”Mierda… parecés adivino carajo”
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17- Títeres.
Alberto Baracca, aunque nacido y criado en las chacras del sur de La
Carlota, hablaba con marcado acento italiano y eso era porque los gringos
usaban el piamontés para comunicarse entre ellos.
Trabajó muchos años con Don Cafa y cuando vendieron el campo se vino a vivir al pueblo,
donde fue peón de albañil de mi padre. Era delgado con una gran nariz ganchuda,
masticaba tabaco “Mariposa”, por lo que tenía una dentadura manchada de un
color marrón negrusco y también fumaba en pipa. Sabía decir:
- “Tan tonto que es el italiano, fuma
en pipa pa` no convidar”
Contaba Don Baracca que una de sus
salidas favoritas eran ir los Domingos a lo de “Pepito” Niccola, un boliche de
campo que estaba en la estación del Ferrocarril de Manantiales, camino a Assunta.
Ahí se jugaba a las bochas, a las
cartas, también hacían trotar el hueso
(tirar la taba) y alguna que otra
carrera de caballos.
Un día llegó un vendedor ambulante, los
“mercachifles” o “pilcheros” que les decían. Era un “turco” santiagueño que
andaba en una jardinera con un toldo
de lona, tirada por dos caballos tordillos. Además de vender: mantas, bozales,
cuchillos, repuestos para faroles, lazos, artículos de tocador, ropa de
trabajo, rebenques y chucherías varias, tenía el oficio de
titiritero.
Con unas mesas apiladas y unos ponchos
armaron un improvisado retablo. Los títeres eran dos muñecos de trapo con cabeza
de yeso, uno grande del tamaño de un bebe recién nacido y el otros era
chiquito.
Comenzó la función y cuenta Don Baracca
que él estaba borracho y se había sentado muy cerca para no perderse detalles.
El argumento de la obra era tal que el
muñeco grande le pegaba permanentemente al muñeco chico, con una tabla de
madera de cajón de frutas.
- “Yo comencé a juntar herrumbre -decía Baracca - hasta que
cansado de ver tanta injusticia le levanté de la silla enfurecido y grité:
¡Hasta cuándo mierda le vas apegar a ese pobre chico! Y le di una semejante
trompada que saltó la cabeza de yeso y se hizo mil pedazos contra la pared.
Saqué el cuchillo, un verijero cabo de hueso que llevaba a la cintura y lo
encaré al titiritero que no podía creer
lo que estaba ocurriendo. Entre mis amigos me quitaron el cuchillo y me
calmaron…”
Luego de relatar esta anécdota, Don
Baracca miraba lejos y sabía decir:
-“Si habré sido iñorante”.
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18- Asados y asadores.
"Con su permiso voy a entrar
aunque no soy
convidau
porque en mi pago
un asau
es de nadie y es
de todos
yo voy a cantar a
mi modo
después que haiga
churrasqueau"
("El
payador perseguido" de Atahualpa
Yupanqui)
El Miércoles 27 Octubre fue el
"Censo Nacional 2010". Somos 40.091.359 de argentinos, esto significa
que hay 40.091.359 de DT de la selección
de futbol, como también hay 40.091.359 de asadores. Ningún argentino asa de la misma
manera, todos tienen sus métodos y teorías al respecto.
Yo les cuento mi verdad, tengo
para avalar mis palabras un alto índice de ácido úrico, elevado colesterol,
triglicéridos por las nubes y como si eso fuera poco, 140 Kg de peso.
Hago fuego con leña, admite la posibilidad que la braza
no esté totalmente hecha, incluso eso le da un rico olor y sabor ahumado. El
fuego con carbón debe estar perfectamente encendido, de lo contrario se
olfatea un olor fulero y el gusto no es bueno. Dicen por ahí que si
tirás sal gruesa sobre las brazas se le va el gas malo (¿?¿?). También dicen que el humo va para el lado que están las personas con
ojos lindos.
La
disponibilidad de leña es la que ha determinado como se asa en una geografía o
en otra, los árboles de madera dura permiten asar con brasa duradera y de mucho poder calórico,
donde hay arbustos y yuyarales se asa a la
llama. La posibilidad de distribuir leña fuerte y carbón a todo el país,
ha uniformado la manera de hacer asados por lo que en toda la Argentina generalmente usamos brasas.
La carne es la clave de un asado rico, la variantes son
muchas: vacuno, pescados (Dorado, Dientudo, Sábalo, Boga, etc.), cabrito,
cordero, lechón, pollo y otros bichos. Yo prefiero la carne de vaca con huesos
(costillas) y cortes finos porque la carne en grandes trozos se hierve en
sus jugos y se apuchera. También me
gusta el matambre. Escuché que el matambre izquierdo es más blando porque
la vaca siempre se echa del lado derecho. Eso no es verdad, pude ver cantidades
de lecheras rumiando tranquilamente en los corrales del tambo de Santiago
Carreras y lo hacían echadas de cualquier lado.
Yo aso con braza fuerte para que se dore por fuera y quede jugoso al
centro. Hay otros asadores que comienzan “a fuego lento” (así se llama un
hermoso tango del maestro Horacio Salgán) para que se cocine parejo. Dicen los
criollos viejos que hay que asar "vuelta y vuelta", esto es asar de
un lado, dar vuelta y asar del otro, no marear la carne dándole mil
volteretas.
La sal es otro tema, hay muchas teorías, yo salo con sal entrefina o
gruesa y sobre la parrilla, me parece
que salar con mucha antelación le hace perder jugos a la carne. Preparo sal
que guardo al lado de mi asador, es con el agregado de algunos dientes de ajo,
algunos yuyos frescos (romero, tomillo, salvia y orégano), pimienta negra y
algún ají fresco, de esos bravos; queda muy sabrosa y aromática cuando la sal
les ha extraído los jugos a esos agregados (hay que esperar 15 días por lo
menos).
Conrado Guzmán sabía contar que es sus años de tropero, cuando llovía
hacia el asado debajo de la panza del caballo y nada de usar leña o carbón, lo
asaba con paja de totora.
El “Alemán” Boehler
decía que en ocasión de una campaña política del Partido Radical, en el sur de
la Provincia de Córdoba, habían asado vacas enteras rellenas con “carbonada
chilena” (¿?) que parecían embalsamadas y las asaban paradas, como si
estuvieran vivitas y coleando. Demoraron una semana para la cocción.
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19- El Mercado.
Recuerdo al viejo Mercado de La Carlota,
estaba donde ahora es el teatro Municipal de Cultura, un galpón de 80 mts. por
20 mts. con techo de chapas a dos aguas, rodeado de Eucaliptos gigantescos y
como anexo un frigorífico donde íbamos a comprar hielo.
Había básicamente puestos de verduras y carnicerías, pero Don José
Zenka que era un alemán grandote, tenía un puestito donde vendía medias que él
mismo fabricaba.
A media mañana se juntaban los
puesteros a comer una “picadita”. Un día el “Talo” Rosales llevó un peludo
gordo grasa amarilla y con abundante chimichurri que al alemán mucho no le
gustó:
-“Coma otro bocado Don Zenka, le
dijeron”.
-“No gracias, no quiero más tortuga”.
En esos tiempos la cabeza de vaca no se
vendía, le sacaban la lengua y los sesos y se la daban a quién la pidiera o a
los perros. Vicente Altamirano, que tenía puesto de carne en el Mercado, le
regaló una cabeza a Ramón Machado y este le comentó a su hermano “Pancho”:
- “Don Vicente me dio una mirona, pero le falta el parlante y la mente”.
En los cuatro rincones del Mercado había
pequeños boliches con despacho de bebidas. El barcito de la esquina sudeste era de Don Benavides, jugaban a las bochas en una cancha que estaba
a la sombra de los Eucaliptos. Ahí reinaba José “Cochengo” Aragón, campeón de
la chanta cuatro.
Un día llegaron unos gitanos,
cuando eran nómades y recorrían el país
con sus camiones y sus carpas, llenando de colorido el pueblo, pero también de
recelos. Dos de ellos fueron a desafiar
a los bochófilos de la cantina, pero
previamente habían averiguado quienes eran los jugadores más destacados:
- “¿Quién quiere jugar a las bochas por
plata?”.
- “¡Yo les juego!”
- “¿Cómo te llamás vos?”
- “Me llamo José Aragón, para servirles”
- “¡No , no! A vos no te jugamos”.
- “Les juego con la mano izquierda”
dijo Cochengo.
Los gitanos no se habían enterado que Aragón era zurdo, a pesar del minucioso
trabajo de espionaje.
-“Si es con esa condición aceptamos”.
Esa mañana comieron un asado que pagó “Cochengo”,
con el dinero que les había ganado a los gitanos.
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20- En la noche de San Juan…
Recuerdo cuando niño en La
Carlota, ni bien entraba Junio salíamos a buscar "yuyos voladores"
o "cardos rusos", de esos que cuando están secos los arrastra el
viento y van rodando por los campos. Éramos de la partida: mi hermano Jorge,
“Cachín” Fritaión y Carlitos Langone, llevábamos dos riendas de sulky para
poder traer arrastrando la carga.
Al crepúsculo de la Noche de San Juan, que es el 24 de Junio,
hacíamos una gran parva con esos yuyos para la fogata y le agregábamos ramas de
"siempreverde" que al recibir el calor de las llamas sus hojas verdes
crepitaban con estruendos y gritábamos:
“¡Viva San Juan y San Pedro, las bolas del perro negro
y viva San Juan y San Pablo, las bolas del perro blanco!”
Recuerdo también que don Juan Debanne,
el que tocaba la verdulera, nos tiraba monedas y caramelos "a la
manchancha" por ser su onomástico.
A los "Yuyos voladores" o
"Cardos rusos" se los llevó el glisfosato, a "La Noche de San
Juan" se la llevaron varias razones, pero es largo de explicar y yo
sólo quería recordar mi niñez.
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21- Mis Gancias de las 11:30.
Cuando voy a veranear a Nono veo que todos los
emprendimientos están en mano de extranjeros: llámense cordobeses de Córdoba,
llámense porteños, llámense gringos. Es serrano sólo el vendedor de yuyos (peperina, tomillo, poleo,
carqueja, etc.) o el que alquila caballos o el que vende pan casero con
chicharrón.
En la esquina de la plaza hay un histórico almacén
con despacho de bebidas y hotel, “La viña” se llama y fue el primer hospedaje
del Valle de Traslasierra. Tiene una de esas balanzas Bianchi Legítima de color
rojo y una contadora de fiambres a manija, también de color rojo y estanterías de maderas hasta el techo.
Este es uno de los pocos negocios
exclusivo para parroquianos, para los que viven todo el año en Nono y no los
circunstanciales veraneantes. Lo atiende un turco, Miguel Salomón, que también es
nacido y criado en el pueblo.
Ahí es donde tomo mis Gancias de las
11:30, con aceitunas verdes porque nunca hay negras, que son las que me
gustan, tampoco hay limón. Un día compré dos limones en una verdulería y los
llevé en el bolsillo.
Pude observar que a la hora del aperitivo van
llegando los clientes de siempre, los clientes de todos los días. El turco
bolichero les sirve lo que van a tomar, no necesita consultar, él ya sabe el
gusto de cada uno: vino tinto con soda, vino blanco con coca, Cinzano con fernét,
Gancia con limón, fernét con Coca, ginebra, cerveza con Fanta, etc. Uno de los
asistentes tomaba champán Toso, la botella le duraba para dos mañanas, la
volvían a tapar y la guardaban en una heladera de madera de seis puertas.
Un día entró un parroquiano que se me parecía,
algo más joven que yo pero de la misma categoría: 130 Kg, pelo largo con
colita, 1,80 metros de estatura, barba entrecana y remera negra con unas
palabras en el pecho:
"No es malo dejar la bebida, lo malo es
no saber dónde".
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22- Peludeando.
A mi compadre Ernesto Gagliano,
por los teros y aquella iguana…
Difícilmente una persona se muera de
hambre en la Llanura Pampeana de Argentina. Si bien la flora autóctona no
brinda muchos frutos comestibles, salvo algún que otro Chañar y unos pocos
Algarrobos, la fauna es abundante y sabrosa. Doy fe porque he comido varios bichos:
Guanaco, picana y huevo de Ñandú, Vizcacha, Coipo (la mal llamada nutria),
Perdiz, Martineta, Iguana overa, Comadreja picaza, Tero, Mojarrita, Paloma,
Dientudo, Pato sirirí, Moncholo, Bagre, Liebre, Pejerrey, Anguila y Rana.
Mi plato favorito son las “Cáscaras”,
esto es: el Peludo Grande o Quirquincho, el Peludo chico o Piche (pichi en lengua araucana es chico,
pequeño) y la Mulita. En otras zonas del país podemos encontrar: el Gualacate,
el Pichi ciego, el Mataco o Quirquincho Bola y el Tatú Carreta que es el más
grande de todos estos armadillos.
Las noches de luna son ideales para
salir a “peludear”, es imprescindible un perro peludero, una pala de punta y
una chuza, también llamada fierro peludero. No nos olvidemos que estos
animalitos viven en cuevas profundas y son formidables cavadores ya que están
provistos de uñas poderosas.
Una noche clarita salieron a peludear
un grupo de amigos en el camioncito del “Pibe” Leiría. Eligieron los campos de
la Estancia “La Angélica”, al sur de La Carlota, y después de mucho caminar y
de haber cazado un solo piche flaco y lleno de piojos, decidieron emprender la
vuelta. De pronto los que iban en la caja del camioncito gritaron al unísono:
-
“¡Pará,
pará!”.
-
“¡¿Qué
pasa?!” dijo Leiría.
-
“¡Pará
que se cayó el Piche!”.
-
“Pero
mirá si voy a detenerme porque se cayó un piche flaco y piojoso”.
-
“¡Nooo!
¡Es el “Piche” Medina!”.
Otra noche enlunarada salieron a peludear cuatro amigos
en una moto Zanella 175. En esta ocasión fueron para los campos de la zona del
Puente de Olmos que está sobre el Río Chocancharava, el Río Cuarto que le
dicen.
¿Cómo es esto de cuatro en una moto?
Dos iban el la moto con un cuzquito peludero sobre el tanque de combustible y
los otros dos en un carrito hecho con ruedas de bicicleta.
Antes de regresar al pueblo, en la
cuesta de un alambrado, se dispusieron a cenar unas milanesas frías, un poco de
mortadela con pan y abundante vino tinto, mucho más de la cuenta.
Volvieron con la misma disposición de
la ida pero uno de los de la moto se había sentado “cara pa’ atrás”, para poder
charlar con los que venían en el carrito. Hablaron
animadamente de todo un poco y cuando subieron al pavimento de la Ruta 8, el
que viajaba mirando para atrás dijo:
- “Che, cantate un tango”.
- “No, si yo no sé cantar”.
- “Dale, cantate un tanguito”.
- “Nunca he sido de cantar”.
- “Mirá que si no cantás un tango les
saco el perno”.
Hacia
referencia a un bulón que unía el carrito con la moto.
- “¡Estás loco, nos vamos a matar, la
moto debe ir como a 50 Km. por hora!”.
- “Cantá o les saco el perno”.
- “Pero si no conozco la letra de ninguno”.
Por
fin sacó el perno nomás, los del carrito
fueron internados en el Hospital San Antonio pero sin consecuencias graves.
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23- Uvas en grappa.
23- Uvas en grappa.
En la chacra de los Dutto, campos de La
Carlota, se dispusieron a ordenar y limpiar el sótano, ahí la Nonna encontró
varios frascos con uvitas “chinche” en grappa:
-
“Tiren
esa porquería que deben estar feas”, les dijo a los chicos, “y guarden los
frascos para hacer más conservas”.
Cerca de los corrales de ordeñe tiraron
las uvas y una tropa como de veinte gansos se hizo el festín. Transcurridas
unas horas le avisaron a la Nonna que los gansos estaban “muertos”, otros
“agonizaban”:
- “Vieron que esas uvas estaban feas,
se envenenaron todos mis gansos. Sáquenle
las plumas de la panza que voy a hacer unas almohadas o un acolchado y después
carguen a esos pobres bichos en el sulky y los tiran en el cañadón para que se
los coman los caranchos”.
A la mañana siguiente volvieron los
gansos desde el cañadón a “las casas” con todo el pecho pelado, caminaban con
dificultad porque aun les duraba la borrachera.
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24- Músicos.
Sixto era un paisanito de un metro y
medio de estatura, tocaba la guitarra y cantaba. Vivía en una casita muy
humilde junto a su padre ya viejito, a
media cuadra de la casa de mi abuela María.
Lo recuerdo con pañuelo al cuello y una
boina vasca de un color “llueve y no llueve” que alguna vez había sido negro.
Un
día mi abuela le pregunto cuantos años tenía:
-“Yo tengo 42 años Doña María pero papá
es mayor”.
- “¿Y cuántos años tiene su padre?”.
-“No sé si tiene setenta o
setecientos”.
En el mismo barrio de Sixtito Funes vivía
Santiago López, que tocaba el bandoneón, mi abuelo José Pedraza
que tocaba la verdulera de ocho bajos
y la armónica.
Don Santiago tocaba un instrumento muy
antiguo, era más chico que los que por lo general se conocen. Tenía una mujer que lo
engañaba con su mejor amigo y para peor en su propia casa y para peor en su
presencia.
Este mal amigo siempre le pedía se
tocara con el fuelle algunas rancheras, foxtrot, valcesitos, gatos, tangos y
otros pedidos:
-“¿A que no sos capaz de tocar la
variación de Palomita blanca con los
ojos
tapados con un pañuelo?”.
Mientras Santiago tocaba la variación
del vals, el amigo le tocaba la esposa.
Más para el lado del barrio El
Pacífico, había otro bandoneonista, Don José Fernández.
Cuentan que llegaron desde la provincia
de Corrientes unos peones golondrinas con sus esposas e hijos, venían a
trabajar como albañiles con una empresa que construía un barrio de viviendas
sociales. En ocasión de una fiesta familiar, los correntinos contrataron a
Fernández para que les animara el baile con su bandoneón.
Comenzó tocando una Ranchera pero nadie
salió a bailar, siguió con un Paso Doble y lo mismo. El dueño de casa le dijo
si no sabia tocar algún Chamamé:
-“Si, cómo no, pero tengo un solo Chamamé
en mi repertorio, Merceditas”
Tocó Merceditas y todo el mundo salió a bailar, volvió a tocar Merceditas y los sapucay se escuchaban
desde lejos, volvió a tocar Merceditas
y así hasta la salida del sol.
Desde ese día a José “Pepe” Fernández lo llaman “Merceditas” Fernández.
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25- Melitón Ponce.
“El que tiene tabaco
y no pita,
es como el que se pierde
y no grita”.
(Copla popular)
Una noche de verano sentimos que
golpeaban las manos, me asomé por la ventana y había a un hombre a caballo, sobre la misma vereda de mi casa en
La Carlota. Salió mi padre, el Dodi Pedraza y dijo:
-“Buenas noches ¿Qué anda buscando mi
amigo?”.
Devolvió
el saludo con una lengua pesada dando muestras que estaba borracho:
-
“Buenas
noches y disculpe ¿No sabe dónde vive Melitón Ponce?”.
Mi
viejo, aguzando la vista porque estaba oscuro, se sorprendió:
-“Pero…¡¿No sos vos Melitón Ponce?!”.
-“¡Si, carajo! Es que ando con algunos
vinos y no encuentro mi casa”.
-“Pero paisano, suéltele las riendas
que el caballo solito lo va a llevar”.
Evidentemente llegó a destino porque a
la mañana siguiente, si bien no lo vi a Melitón, el caballo estaba en la casa.
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26- Fiero pero sabroso.
La
manipulación genética hizo zapallos del tamaño de un Fiat 600, tomates hermosos pero que no tienen sabor a tomate,
mandarinas que no dan ganas de sentarse a comerlas al sol en una siesta de
Invierno, uvas enormes como huevos de perro, choclos en Invierno y naranjas en
Verano. Antes esto no ocurría, las frutas y las verduras eran fuleritas pero
sabrosas y en Invierno lo de Invierno y en Verano lo de Verano.
Yo
tenía una tía lejana, la Juana Pedraza, que no ensillaba con todas las caronas,
que le faltaban algunas monedas para el peso, la que solía contestar cuando le
preguntaban por la fecha de su nacimiento:
- “Juana
¿Cuándo es tu cumpleaños?”.
- “La verdad que no sé, sólo sé que para
mi cumpleaños hay zapallitos del tronco”.
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27- Sal salamin.
Hacer
salamines es cosa de gringos.
Unos criollos de la Estancia “La
Magdalena”, campos de La Carlota, se dispusieron a carnear un chancho de 220
Kg. para hacer chorizos. La carne ya estaba picada y bien mezclada con el tocino
cortado a cuchillo en dados chiquitos, sólo faltaba condimentarlo. La cantidad
de sal es del 3,8 % pero un paisano
equivocadamente dijo 38 %; discutieron hasta que se dieron cuenta que ese
porcentaje era muchísima sal y acordaron en ponerle menos de la mitad, un 10 %
más o menos.
Trascurrieron unos tres meses y los
salamines estaban en su punto justo de maduración, colgados como corresponde de
los tirantes de pino Tea del techo. Cortaron uno para probarlo y fue imposible
tragarlo, era como comer una cucharada de sal gruesa.
En una quincena los perros de “La Magdalena” pudieron comerse
los 40 Kg. de chorizos, pero en ese ínterin no hubo forma de sacarlos de las
inmediaciones del bebedero de los caballos.
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28- Sauceros en Córdoba.
Nos autodenominamos “Sauceros” porque
La Carlota fue una villa-fortín llamada “Punta del Sauce” y sauceros
a sus antiguos habitantes, antes que fuera rebautizada con su actual topónimo
en el 12 de Abril del año 1792.
Somos un grupo de carlotanos que
vinimos a estudiar a Córdoba a comienzos de los años 70 y vivíamos en una casa frente a la Plaza de las Américas. Ese grupo,
sumado a otros carlotanos y no carlotanos, en la actualidad nos juntamos
mensualmente a comer asados.
Estamos los “Sauceros nativos”:
Alvarito Pérez, “Gupo” Romero, Miguel Altamirano, Guille Altamirano, Daniel
Pellegrini, Jorge Garnica, “Pulga” Balmaceda, “Gitano” Patriarca, “Negro”
Rodríguez y yo, los que conformamos el grupo de socios activos.
Hay socios adherentes: “Poxi” Romero,
Roque Maffrand, “Yuri” Cavanagh, Cristian Cavanagh, Jorge Echavarria y Jorge Barbero.
Están los “Sauceros por opción”: Miguel
Novarece (San Francisco), Ramón Ferreyra (Malagueño), Gabriel La Orden
(Rafaela), “Tanino” Gómez (Torrent – Pcia. Corrientes), Ismael Argañaras
(Córdoba), Miguel Romera (Rafaela), Javier Sampaoli (Córdoba) y Marcos Ludueña (Córdoba).
El Saucero “Negro” Rodríguez es uno de los socios
fundadores de este grupo y un infaltables asistentes a todas las reuniones,
hombre que le encanta comer asado y tomar vino con soda. Tuvo un desgraciado
episodio, en ocasión de un asalto a su casa, recibió un balazo en la zona
lumbar que le costó una prolongada convalecencia, incluso con riegos de quedar hemipléjico. Cuando le
dieron el alta, la primera salida del Negro fue para los festejos de los
cincuenta años de Miguel Altamirano.
Recuerdo que mientras asaban un costillar y un cordero, estábamos reunidos al
lado de la parrilla tomando vino y comiendo salamines. En ese momento hizo su
aparición Rodríguez, débil aun y con mucha dificultad para caminar por lo que
lo tenían que ayudar, de un lado Jorge Garnica y del otro “Gupo” Romero.
En el momento me comentó el Guille Altamirano que oficiaba de asador:
-
“Mierda,
con tal de comerse un asado, ni las balas lo paran al Negro”
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29- Horóscopo criollo.
A diferencia de los muchos horóscopos
existentes, los cuales determinan la pertenencia a uno u otro signo en función
al año o al mes de nacimiento, este Horóscopo Criollo es a gusto del
consumidor, cada uno pertenece al signo con el que personal e íntimamente se sienta identificado.
Similar al Horóscopo Chino, pero está
representado por doce bichos autóctonos. Aquí están las características de cada
animal.
1- Quirquincho
Hay
dos tipos, el quirquincho de tierra y el quirquincho de agua. Los nacidos bajo
este signo prefieren la noche y aunque taciturnos, son simpáticos y caraduras.
Sus cabellos no son suaves, ni aun usando la mejor cosmética. Les encantan las
cuevas. Algunos se dedican a la música porque tienen uñas para guitarreros y
son fanáticos de Jaime Torres.
2- Lechuza
Los
nacidos lechuza son bipolares. Este pajarito es el símbolo de la sabiduría y
como contrapartida, por la mala prensa y falsas creencias, son bichos agoreros.
Las lechuzas son inteligentes y sabedoras, que conjuran la estupidez, la
banalidad, la mediocridad, la tinelidad
y otras yerbas.
3- Ñandú
Los
ñanduces y ñandusas tienen muchísima suerte, es posible que esta característica
esté vinculada a los huevos enormes que ponen. Hay que tener cuidado porque son
muy rápidos y voraces, comen todo lo que encuentran a mano: piedritas, tuercas,
billeteras, joyas, hasta herencias.
4- Zorrino
Los
varones de este signo tienen la muy fea costumbre de salpicar la tapa del
inodoro cuando orinan. Aunque gastan fortunas en perfumes, tiene dificultad
para insertarse socialmente. No son como el agua potable, inodoros, insípidos y
de sabor agradable, son como el agua de “Aguas Cordobesas”.
5- Cóndor
La
majestad del Andes y de las Sierra de los Comechingones. Su vuelo perfecto es
la más acabada imagen de la libertad. Ojo al piojo, hay Águilas y Buitres que
no tienen nada que ver con la libertad.
6- Yarará
Las
yararás hembras tienen ojos bellísimos y un andar muy serpenteante, cambian de
piel diariamente por lo que su hábitat preferido son los shoppines. La ponzoña de la yarará macho es mucho más neurotóxica,
es fácilmente comprobable mirando un poco de la televisión nacional.
7-
Calandria
A
la calandria le encanta copiarles el trino a otros pájaros, en realidad copia
todo. Es frecuente verlas desde Marzo hasta finales de Noviembre, especialmente
los días de evaluaciones en las instituciones educativas. Es un bello y alegre
pajarito aunque tiene un plumaje tristecito.
8- Guanaco
El
nacido bajo este signo muy masculino, tiene una mirada despreciativa y con
aires de suficiencia, como diciendo:
-“¡Volá o te echo un gallo!”.
Son
babosos, capaz de matar por ser el macho alfa de su manada.
9-
Hornero
El
hornerito es el Pájaro Nacional. Común y corriente, sin lujos ni brillos, capaz
de sostener una familia sólida como su casita sencilla, la que construyen entre
los dos integrantes de la yunta con mucha alegría y esfuerzo.
10-
Corzuela
En
el monte se está extinguiendo, pero en ámbitos urbanos cada día hay más
ejemplares. La corzuela es tímida, asustadiza e indefensa, atentos a estas
características de conducta, los etólogos no se explican por qué los machos
tienen cuernos.
11-
Sapo
El
sapo anuncia lluvia con un canto que, para muchos, no es el más bello. Este
“tenor de los charcos” canta a pesar de todo y de todos, canta porque “el que
canta sus males espanta”, canta porque entiende al canto como una necesidad
vital, canta sin importarle las aptitudes, canta por sus alegrías y canta,
muchas veces, para no llorar.
12- Zorro
Este
animalito representa la astucia, aunque esa viveza criolla está al servicio de
la mentira, el engaño y la vagancia. Nadie quiere ser zorro o zorra pero hay
miles y por méritos propios. Son hábiles para esconderse pero se los puede ver
en épocas de elecciones.
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30- Crítico musical en DEODORO. (Tomá pa vos).
"La luna salía grandota
al comienzo de mi calle corta
y rodando cielo arriba
trazaba un sendero blanco".
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe…”
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De la revista “DEODORO” (Gaceta
de crítica y cultura) de la Universidad Nacional de Córdoba, me pidieron si
podía escribir un comentario sobre un disco de Diego Marioni. Esto fue
publicado en la edición Nº 1 de Setiembre de 2010.
“ORACIÓN”
disco del Diego Marioni Trío.
“Diego
Marioni Trío” está conformado obviamente por Diego Marioni (catamarqueño el
hombre) en voz, percusión, vientos (saxo y flauta) y composiciones, Jorge Reales
(catamarqueño también el hombre) en guitarra española y guitarra eléctrica y
Juan Angera (de Mar del Plata pero criado en Catamarca) en bajo y coros. Hay
invitados a esta mesa bien servida: Román Dagna, Dúo Wagner-Traján, Lula
Fernández, Romina López, Mariano Medina, Cecilia Zabala, Mariano Clavijo y
Viviana Pozzebón.
No sólo sus integrantes son de
Catamarca, es música de Catamarca y por Catamarca, aunque con colores y
olores “internacionales” pero la cocina es
bien criolla y se puede ver claramente la querencia. Esto garantiza que
esta fusión no sea tan fusión, sino música de vertiente folklórica con
influencias que no hacen ruido y es por obra y gracias del conocimiento que
tienen los integrantes del trío de: amagues,
triquiñuelas, gambetas y rengueadas de
esta música argentina, sumada, claro está,
a la imprescindible solidez técnica. O sea, es chicha y es limonada.
Aquí la importancia de ser experto, especialista, “del palo”, lo que permite
andar por muchas rutas y caminos sin desorientarse y de cuándo en cuándo tomar
por un senderito para volver “a las casas”.
Son dieciséis danzas y canciones, la
mayoría obras de Diego Marioni. El disco
toma el nombre de una vidala fragmentada en: “Oración I”, “Oración II” y “Oración
III”, con un tratamiento de la percusión novedosa para estas músicas, usan
instrumentos no convencionales (sartenes, caños para instalaciones eléctricas,
etc.).
“Tejedora belenista” es de dos
extranjeros, no son catamarqueños, son salteños: Manuel José Castilla y Eduardo
Falú; a esta zamba también se la conoce como “La chuschala” y como “La
catamarqueña”, encimado con la introducción se escucha bagualear a Don Eusebio
Mamaní, cantor vallisto de Santa María. En esta versión el bajo deja de hacer las
consabidas bases rítmicas/armónicas para “cantar”, se escucha el bombo tal vez
con demasiado aro.
Hay dos bellos huaynos “Chinita de mi
alma” y “Luna lunera”, con la ternura
que tienen las buenas canciones infantiles.
En
“El Colero” vuelven “a las casas”, es un gato bien a la criolla en la interpretación y con la temática que
caracteriza a esta danza pícara, de Marioni la letra, la melodía de Mariano
Clavijo y se puede escuchar la hermosa voz del Lula Fernández.
En las huellas, como todo lo que es de
la llanura pampeana, no suelen sonar bombo ni percusión alguna, “Rumbo” es un aire de huella que sale de la
regla con un fondo de cajón peruano y rumores de platillos, pero el carácter y
la métrica del texto confirman su condición de tal.
También encontramos dos chacareras,
otra zamba, una canción y un tango, no es un tango como tantos, es un tango
cordobés que habla de “la Colón” y de “la San Martín”, del cuarteto, hasta de
un “cara ‘i poio”, lo introduce un poema que recita Mariano Medina muy
naturalmente y sin poses de antiguo locutor de orquesta típica.
Y está presente la memoria en una bella
vidala ancestral: “De los altos minerales” y en el rescate de dos viejos catamarqueños
(de los viejos de antes): “Tun tun” un bailecito de Don Manuel Acosta Villafañe
y una cueca de Selva Gigena, “Andate con quien quieras”.
“Oración”, crepúsculo, la tardecita o
como dice Atahualpa Yupanqui: ”…un
degüello de soles…” es la hora del día más profunda, bella, reflexiva y no
es casual que este nuevo trabajo del “Diego Marioni Trío” se llame así. Hay un
nuevo disco de “folklore” en Córdoba y es para bien, porque hay raíces sanas
que hicieron florecer el antiguo árbol y
mucho antes que llegue esta primavera.
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31- Coincidencias - ¿El huevo o la
gallina?
Encontré
tres coplas con muchas coincidencias…
“La luna vino a la fragua
con su polisón
de nardos.
El niño la
mira mira
El niño la
está mirando”.
(Federico García Lorca)
“La luna bajó
al estero
para verse
reflejada
los toros
muertos de sed
la bebieron
con el agua”.
(Atahualpa Yupanqui)
“La luna vino
al estero
mimbre, totora
y retama
y allí los
toros sedientos
la bebieron
con el agua”.
(José Augusto Moreno)
El
Tata Herrera me comentó que es común en los copleros y cancioneros
tradicionales la imagen de la “luna sedienta”, la luna que viene al agua. A
partir de este comentario hice una copla e insté a mis amigos a escribir sobre el tema.
“La luna vino a los charcos
para pintarlos
de plata
los caballos
por curiosos
le salpicaron
la cara”.
(Cocho Pedraza)
“La luna viene
a los ríos
a llorar penas del agua,
cuando la engancha un anzuelo
su llanto se vuelve escama”.
a llorar penas del agua,
cuando la engancha un anzuelo
su llanto se vuelve escama”.
(Luís Alex)
"La luna está en La Carlota
cabrilleando sobre el río
y por más que le sonrío
igual no me da pelota".
cabrilleando sobre el río
y por más que le sonrío
igual no me da pelota".
(Ricardo San Esteban)
"Luna mojada, lunita
del estanque del chañar
que pintas de luz las noches
y de misterio el mirar".
(Carlos Ravina)
Le dijo el agua a la luna:
“Te miro redonda y blanca
desde mi húmeda morada...
ojalá me bebas toda,
mi sedienta enamorada”.
La luna le contestó:
“Lo que miras también veo
en ese tu oscuro espejo
pero no puedo beberte
porque estás lejos, muy lejos”.
“Te miro redonda y blanca
desde mi húmeda morada...
ojalá me bebas toda,
mi sedienta enamorada”.
La luna le contestó:
“Lo que miras también veo
en ese tu oscuro espejo
pero no puedo beberte
porque estás lejos, muy lejos”.
(Julio Villaroel)
“Río y luna se
encontraron
y salieron a pasear
fueron por selvas y llanos
y ella se escondió en el mar”.
y salieron a pasear
fueron por selvas y llanos
y ella se escondió en el mar”.
(Roberto
Yapura)
“La luna en el estanque
se ha visto reflejada
pero no es la misma luna
es otra luna mojada”.
(Gupo
Romero)
"La luna
vino a mi casa,
dejo un abrazo
cobrizo
y un universo
que abrasa
hasta romper
el hechizo".
(Analía Sampaoli)
"La luna piensa que el charco
es un espejo de plata
si saber que con el viento
son persianas de hojalata".
(Humberto Brizuela)
son persianas de hojalata".
(Humberto Brizuela)
"La luna salía grandota
al comienzo de mi calle corta
y rodando cielo arriba
trazaba un sendero blanco".
(Bernardo Ferrero)
"La luna siempre la luna
hasta que Dios diga basta
la tierra recibe sus rayos
reflejos de color de plata".
(Carlitos Moyano)
"La luna detrás de un cirrus
y mi corazón doliente
luego la escondió un cerro
luego la escondió un cerro
se abrió al cuarto creciente".
(Hipólito Santillán)
“La luna subió a mi tanque
fiero del pie hasta la tapa
y su cubierta de latex
aura parece nácar”.
(José
Gherra)
"La luna bajó al río
desnuda abajo y con enaguas
yo me sumergí despacio,
viajé a la luna…me hice agua".
(Walter “Cóndor” Marengo)
"Ahí viene otra vez la luna
a asomarse a la laguna
ahijuna! cuando se vio!
su belleza la enrojeció".
(Nadia
Celeste Muñoz)
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32- Yaguareté
En el año 2008, en Setiembre, Sebastián Ramírez estaba grabando su
disco “Vientos van tejiendo…manantiales de verdor” y me pidió que le escribiera
una referencia para su hermosa “Zamba del runa uturunco”.
EL
RUNA UTURUNCO
El Jaguar o Yaguareté (en el área guaranítica), o Uturunco y
Uturungo (en quechua y quichua),
también Nahuel (en mapuche) o simplemente Tigre o El Overo,
habitó buena parte de las Américas, desde el Noroeste de los Estados Unidos
hasta el extremo Norte de la Patagonia. Hoy está confinado en sectores de monte
o selva y como es de suponer, en vía de extinción.
Su porte, su bello pelaje, su mirada amarilla y sus habilidades de
formidable depredador, ha generado admiración,
pero también miedo. Domingo Faustino Sarmiento cuenta en “Facundo”:
“…es el
bramido del tigre un gruñido como el del cerdo, pero más agrio, prolongado,
estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento
involuntario en los nervios, como si la carne se agitara, ella sola, al anuncio
de la muerte...”.
Importa aclarar que solo ataca si está amenazada su cría o acorralado y
sin salida. En circunstanciales encuentros con
humanos prefiere huir, porque les teme.
En Argentina, la creencia popular ha generado leyendas y toda una
mitología en torno a este gran gato, una de ellas es la del “Runa Uturunco” (hombre
tigre), difundida en las provincias del Noroeste. Esta metamorfosis,
dicen, es causa de un pacto diabólico de hombres que quieren vengarse de
personas que alguna vez le hicieron daño. Para transformarse en
Uturunco, solo le vasta revolcarse, de
izquierda a derecha, sobre un pedazo de piel de tigre que lleva consigo y decir frases ininteligibles o rezar un credo
al revés. Ya convertido en felino, ataca a sus enemigos hasta matarlos y robarles todas sus pertenencias. Para
recuperar su aspecto de ser humano, solo debe realizar la misma operación pero
en sentido contrario. Este mito tiene su
correspondiente con muchísima similitud en las provincias de la
Mesopotamia, allí lleva el nombre de “Yaguareté Abá” (indio tigre).
En la Cultura Popular habitan seres sobrenaturales y demás
supersticiones, que fueron creados por
esa ancestral necesidad del hombre de entender su destino, dudas, temores, religiosidad y muchos sueños
no realizados, acaso porque que el conocimiento científico, la religión oficial
y la sociedad toda no les han dado respuestas.
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33- Día del Folklore
En ocasión de una audición en el
Conservatorio “Félix T. Garzón” y coincidente con la celebración del Día del
Folklore, mis alumnos me pidieron que escribiera una líneas para incluir en el
programa del concierto.
Hoy 22 de
Agosto es el Día del Folklore y esto no es pintoresquismo.
El simbolismo de las manifestaciones
culturales tradicionales, o sea el Folklore, fue apropiada por la derecha liberal
sobre finales del siglo XIX, no porque defendieran a los sectores populares y
se interesaran por sus quehaceres, sino para contraponerlos a la “chusma de
ultramar”, esto es el aluvión de peones golondrinas que llegaban de la Europa
hambreada y para peor, estos gringos
eran portadores de los ideales del anarcosindicalismo. Los sectores más
progresistas nunca pelearon por ese espacio.
Desde los albores de este país que la
antinomia “Civilización y Barbarie”, acuñada por Sarmiento y sostenida por Mitre
y los sectores oligárquicos del siglo XX y
lo que llevamos siglo XXI, viene falsificando la historia y produciendo
un colonialismo pedagógico en detrimento de la cultura popular.
El Folklore es pues el producto
cultural convalidado por la mayoría, fundamentalmente por las mayorías de la
Argentina profunda, ni mejor ni peor, sólo
es único e irrepetible, es la memoria colectiva que debemos recuperarla
como contrafuego.
Dice
Mario Benedetti sobre la memoria que no
olvida:
“…pero aquí
abajo, abajo cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe…”
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Que bueno Cocho, yo estaba guardando tus escritos en una carpeta a medida que los mandabas al correo, ahora solo tengo que pasar por acá, te mando un fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarGrande Cocho!
ResponderEliminarmaestro de los maestros cochoooooo
ResponderEliminarme alegro que comenzaras este blog, es un gusto siempre escuchar tus historias y relatos de vida, me gusta el del truco. salud compadre te voy siguiendo nomás...!
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