domingo, 9 de septiembre de 2012


                “COMO VIENTITO DEL SUR”  
                       Cuentos y otras yerbas
                                          A la memoria de la Tita, mi vieja, y del Kiko Herrera.
          Los bienes de la Cultura Popular circulan y se difunden de manera oral, de boca a oreja y de una edad a la otra. Esta es una de las razones por lo que me ha resultado difícil escribir estos relatos que alguna vez escuché de buenos conversadores en guitarreadas y en prolongadas sobremesas, entre los que puedo contar  a mis padres y a los muchos amigos con los que el viento me amontonó. Una cosa es charlar con gente entrañable y otra muy distinta es contar escribiendo. Veremos.

          La misión pretenciosa de este espacio es que  a estas pequeñas historias, la memoria no las omita. 
          Pasen nomas, la puerta está abierta y la mesa puesta.
                                                             Cocho Pedraza 
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Índice de "Cuentos"
1. El Comisario.
2. Los indios.
3. Patriotismo.
4. Habla popular.
5. Carreras cuadreras.
6. Cuchillos y cuchilleros. 
7. Viejos mentirosos. Las loras.
8. Viejos mentirosos. Higos congelados.
9. Viejos mentirosos.Perro de caza.
10. Viejos mentirosos.La helada.
11. Viejos mentirosos. Los indios Zonas.
12. Viejos mentirosos.Perro ahorcado.
13. Nombres, sobrenombres, apodos y motes.
14. Pozo de cal.
15. El acordeón.
16. La poda.
17. Títere.
18. Asado y asadores.
19. El mercado.
20. En la noche de San Juan...
21. Mis Gancias de las 11:30.
22. Peludeando.
23. Uvas en grappa.
24. Músicos.
25. Melitón Ponce.
26. Fiero pero sabroso.
27. Sal salamín.
28. Sauceros en Córdoba.
Índice de "Otras yerbas"
29. Horóscopo criollo.
30. Crítico musical en DEODORO. Tomá pa` vos.
31. Coincidencias. ¿El huevo o la gallina?
32. Yaguareté.
33. Día del Folklore.

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1- El comisario
                    “…En los lindes de la mesa
                           la vida de los otros se detiene.
                           Adentro hay un extraño país:
                           las aventuras del envido y quiero,
                           la autoridad del as de espadas,
                           como don Juan Manuel, omnipotente,
                           y el siete de oros tintineando esperanza…”
                                                        (“El truco” de Jorge Luís Borges)
Pedro Funes es un pueblito que está entre La Carlota y Santa Eufemia. Fue sólo un caserío, pero supo de mejores épocas. Los mapas lo registraban, figuraba en los boletos de la empresa de colectivos COATA, había un cartel en la ruta con su nombre, tenía una estación del Ferrocarril, una estafeta del Correo Siempre y hasta tenía una comisaría.

Comisario y único personal policial era Ernesto Cavaignac, mitad agente y mitad paisano.

Usaba la gorra reglamentaria, chaquetilla azul con charreteras y todos los correajes de cuero. Del lado izquierdo del cinturón colgaba  un sable corto con empuñadura de bronce, del lado derecho una cartuchera pero sin el revolver calibre 38 reglamentario, la usaba para llevar un paquete de tabaco “Mariposa”, papel para armar cigarrillos marca “Smoking” y  fósforos de cera “Ranchera”.

La otra mitad, de la cintura para abajo, era un hombre de campo con bombachas y alpargatas negras sin medias.

En otras épocas y mucho más en un lugar como Pedro Funes, el comisario no tenía mucho para hacer. Una mañana, de aburrido nomás, arrestó a dos linyeras que estaban en la estación ferroviaria. No habían hecho nada malo,  con sus respectivos monos   esperaban  el tren carguero que iba  de La Carlota  a Villa María.

En la comisaría había un sótano que oficiaba de calabozo y ahí fueron a dar los dos crotos.

El comisario Cavaignac andaba con ganas de jugar al truco, esto  lo llevó al bar del pueblo pero estaba sólo el bolichero lavando unos vasos. Volvió a la Policía y se acordó que en la improvisada celda tenía a tres detenidos. Levanto la tapa de madera del sótano y gritó:


-“¡A ver los presidiarios, salgan que vamos a jugar un partido de truco!”.


Cuando los linyeras salieron los miró asombrado y dijo:


-“¿Cómo, no eran tres ustedes?”.

-“No señor comisario, somos dos nomás”.

-“¡No, no, me están engañando! Estoy seguro que eran tres”.


Se agachó para ver adentro del calabozo y ahí fue cuando los linyeras le dieron un empujón y Ernesto fue a dar al fondo del sótano, cerraron la tapa y aprovecharon que el tren estaba llegando a la Estación.

Repuesto del golpe, comenzó a gritar para que alguien le abriera la tapa de la prisión. Ya había entrado el sol y gracias a que algún vecino lo escuchó, por fin pudo salir.
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2- Los indios
                                      “Atáquelo compadre

                                       Ramón platero

                                       no largue la laguna

                                       ni largue “El Cuero”.
                       (“Triunfo de las Salinas Grandes” de Hamlet Lima Quintana y Norberto Ambrós)
La Carlota fue zona de indios. Estaban los indios Ranqueles y la Orquesta Típica “Los Indios”.

El cacique Ramón, célebre gracias a Lucio V. Mansilla y su “Excursión a los indios ranqueles”, tenía como esposa a Fermina Zárate, una huinca cautiva de La Carlota. Ramón era un fino orfebre y sus toldos estaban en las cercanías de la laguna “El Cuero”. Fermina era prima de Fidela Zárate, abuela de la Tita González,  mi madre.

Pero “Ramón platero” no era el único, Tito Abecasis en su libro “1806–1816. La década fundatoria en La Villa de La Carlota”, cita la presencia de otros caciques Ranqueles: Carripilón, Llenan, Chaquelen y Rumillán entre otros.

Por otro lado, la Orquesta “Los Indios” era una de las clásicas formaciones que tocaban tangos en las décadas del 40 y 50, con una línea  de cuatro o cinco bandoneones, tres violines, un piano, un contrabajo, dos o tres cantores a los que llamaban vocalistas y un locutor al que llamaban speaker.

Fue fundada un 15 de mayo de 1942 pero yo recuerdo el período comprendido entre los finales de los años ´50 y comienzos de los ´60, en que mi padre fue uno de los cantores.

En ese entonces la integraban: “Poroto” Zabala (violín) y “Rana” Zabala (piano), Alfredo Bonivardi (contrabajo), Servando Attar (bandoneón), Dante Vallino (violín),  Roberto Olguín (bandoneón), Walter Villegas, Dodi Pedraza  y “Semilla” Videla (vocalistas), Mario Jarrys (contrabajo), Rubén Ontivero (bandoneón), “Gordo” Tortorelli (bandoneón) y Hugo Antar Espinosa (speaker), Ildo Patriarca (acordeón) y también tocaba el acordeón un policía que le decían “Chipi chipi”. Había acordeonistas  porque alternaban Típica con Característica y  con esa formación  tocaban rancheras, paso dobles, tarantelas, foxtrot y algún valsecito criollo, lo que años después se hibridó en el Cuarteto.

Actuaban en bailes de La Carlota y en otros pueblos de la zona. Se trasladaban en un colectivo que era propiedad del “Rana” Zabala y en cada viaje, además de los instrumentos y las ropa de actuación de cada integrante, llevaban el piano del “Rana”, que debido a su peso de casi 200 Kg. y a la incomodidad para manipularlo, se hacia muy  dificultosa la subida y la bajada al colectivito, como así también acomodarlo en los escenarios.

Una siesta de verano salieron por la Ruta Provincia Nº 4, rumbo a un baile en Hipólito Bouchard o Buchardo, un pueblo que está al extremo sur de la Provincia, donde hace esquina con la Provincia de La Pampa y la Provincia de Buenos Aires.

Llegaron antes de la caída del sol y a la sombra de una hilera de árboles, estaban jugando a las bochas varios parroquianos.

El “Rana” desde su puesto de conductor les dijo:


-“¡Eeehhh, amigos! ¿Dónde es el baile?”.

-“¿Baile?

-“¡Siii, el baile con Los Indios!”.

-“¿Indios?”.

-“Somos de la Orquesta  que esta noche toca en el baile del pueblo”.

-“¡Nooo..! Aquí no hay ningún baile”.


El “Rana” le pidió al “Poroto”, su hermano, que le alcanzara la valija con las partituras, ahí estaba el contrato. Luego de consultarlo se levantó, se paró en el pasillo de colectivo lleno de instrumentos y de bolsos y dijo:


-“Muchachos, el baile es el 15 pero del mes próximo,  en Febrero”.


          Terminaron todos jugando a las bochas a la sombra de los árboles. Comieron un asado al terminar el partido y de madrugada, con la fresca, emprendieron el regreso.

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3- Patriotismo
En la segunda mitad del siglo XIX llegaron a Argentina inmigrantes procedentes del Líbano y de Siria. Los “turcos” como popularmente se los llama,  buscaban nuevas tierras huyendo de la persecución que ejercía el Imperio Otomano, lo que demuestra porqué los que vinieron eran casi todos cristianos y no musulmanes como es de suponer. Estos libaneses, sirios y algunos pocos palestinos se distribuyeron por  todo el país, con gran concentración en Buenos Aires y en las provincias del Noroeste, especialmente  Tucumán y Santiago del Estero, donde por lo general se dedicaron al comercio.

En La Carlota el “turco” Mariano andaba en una jardinera vendiendo cuanta cosa necesitara la gente de campo. Yo lo conocí en la estancia “La Magdalena”, lo recuerdo vagamente todo vestido de negro: pantalón, saco, pañuelo al cuello y sombrero.

En una oportunidad Mariano estaba en un potrero cortando alfalfa en una chacra de los campos de Barreto, cuando imprevistamente apareció el dueño muy enojado recriminándole el robo.

El “turco” se apoyó en la guadaña, se sacó el sombrero y con la manga se secó la transpiración de la frente y le dijo:


-“¡Eehhh mi amigo, si sólo es un poco de pasto!”


Y agrego con exclamación:

-“¡Además lo que es de Argentina es para los argentinos!”


Ofuscado el chacarero, que tenia una escopeta del 16 de dos caños en la mano, le retrucó:

-“¡Cómo argentino! ¡Cómo es eso de lo que es de Argentina es para los argentinos, si vos sos “turco”!


A lo que Mariano le respondió:

-“¡Si, pero mi caballo es bien argentino carajo!”

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 4- El habla popular


A la luz de la Lingüística, la Semiótica y la Semántica les voy a contar un cuento.

El habla coloquial o popular se sustenta en una lengua oficial, pero  con el agregado de palabras “ajenas” que dotan a los hablantes de una gran expresividad y de nuevas posibilidades semánticas a palabras del mismo idioma. Este glosario puede provenir del lenguaje de los pueblos indios, de palabras del habla de los inmigrantes o jergas de diferentes oficios o profesiones. Vaya como ejemplo la palabra cagar.

Podemos oír: andá a cagar, no seas cagón,  qué cagada,  lo cagó a palos, se caga de risa, lo sacó cagando, etc. y para cada caso el término en cuestión no significa lo mismo.

Es común decir cuando una persona fallece: cagó nomás o cagó fuego y esto me hizo acordar a una historia que me  contó Eusebio Cabanay, sanjuanino, cantor y para más datos jachallero, al que en Córdoba conocemos como “El Pujllay”.

En Árbol Verde, paraje situado en el valle de San José de Jachal, vivía don Linamón Quiroga, hombre muy afecto a las comidas regionales: patay, arrope, empanadas, quesillo de cabra, asado, tunas y por supuesto que el vino sanjuanino. Bien es sabido que el quesillo de cabra y las tunas producen graves estados de estreñimiento y don Lin Quiroga no fue ajeno a esto.

La situación tomó estado público cuando ya trascurrido cinco días no había forma de que fuera de cuerpo, a pesar que una curandera le preparó un té de malva y hasta un té de hojas de ombú, que vaya uno a saber dónde consiguió ombú ya que en Jachal no hay. Otra curandera, Doña Justa Pérez, le hizo una enema que preparó con abundante jabón de lavar, para lo que usó un rallador de queso y luego lo diluyó en agua tibia. Hasta Beño Molina lo curó de palabras.

Hugo Mario Cortés, vecino de Linamón, le comentaba a un paisano que pasó frente a su casa montado en una mula gateada:


-“Lin está cagado, si caga fuego no va a cagar pero si no caga va a cagar nomás”.

El hombre de la mula lo entendió perfectamente.


    A la mañana siguiente Vicenta Peralta le preguntó a Don Albarra:


-“¿Cómo amaneció Don Lin?”

-“Y…anoche cagó.”

-“Ohh…-dijo persignándose- que en paz descanse y que Dios lo tenga en su santa gloria”.

-“No, no –respondió Albarra- anoche se destrancó, ya está bien.”

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5- Carreras cuadreras.



                              “Le corro con mi manchao

                               al alazán de Cirilo

                               y no le pido ni un kilo

                               como le dio al colorao

                               Nicacio de abanderao

                               y como juez Don Zenón

                               a correr desde el portón

                               hasta allá, hasta el esquinero

                               y me juego hasta el apero

                               y empeño hasta mi facón”



                        (“El desafío” milonga de “Charrúa” y René Ruiz)



Desde siempre se han usado los caballos para correr carreras. Durante las Invasiones Inglesa de 1806, los amantes del turf le “echaron el ojo” a un formidable padrillo colorado malacara que montaba el general británico Williams Beresford. Este caballo nunca volvió a Inglaterra, fue uno de los primeros reproductores usados para mejorar la raza criolla, que son animales chicos y así lograr caballos de mayor alzada y más livianos.

Recuerdo las carreras cuadreras en La Carlota, en una calle de los campos de Don Juan Boehler, siempre íbamos con mi viejo y mi hermano. No había gateras de puertas automáticas como ahora, se largaba de “cajones”, que eran como un cerco  donde esperaban los caballos la orden del largador, al bajar  una bandera y a la voz de: ¡Vamos!

Uno de los largadores más reconocido fue el Negro Ferrarese; los rayeros o jueces eran dos o tres personas parados en la meta, que determinaban cuáles de los caballos resultaba ser el ganador. Con el tiempo Fernando Pérez compró una cámara fotográfica de revelado instantáneo, para dictaminar de manera indubitable el resultado de una carrera.

Entre carrera y carrera había un tiempo dedicado a las apuestas  y al paseo preliminar de los caballos, a manera de pre-calentamiento y para que la gente los pudiera observar y en consecuencia elegir a cuál jugarle unos pesitos. En ese tiempo de espera muchos iban a la cantina a tomar y comer en unos improvisados mostradores hechos con tablones, de esos que usan los albañiles para los andamios.

A Horacio Machado le gustaba el vino pero nunca tenía para comprarlo. Se aproximaba a los vasos más llenos y gritaba:


-“¡Ya se vinieron!”

Todos corrían hacia la cancha creyendo que se había largado la carrera y cuando se daban cuenta de la falsa alarma, un vaso de vino quedaba  vacío.
En una oportunidad se hizo una importante carrera en Santa Eufemia, corrían el caballo crédito de ese pueblo con el “Saque”, un colorado rabicano (cola con canas) de La Carlota que cuidaban los Pacuaret.
Al “Saque” lo montaba José Alberto Pereyra, más conocido como “El culo de fierro”, que tenía la orden de sus dueños de tirarlo para atrás para que no ganara, ellos iban a apostar una fuerte suma de dinero al caballo de Santa Eufemia, que por no ser el favorito pagaba el triple.
 Generalmente lo jockey usan una montura pequeña con estriberas muy corta, por lo  que van casi parados sobre el lomo del caballo, pero en ese entonces se corría en pelo o con una lona para protegerse de sudor del animal que es muy irritante y quema la piel.
Pereyra lejos de acatar la orden de perder la carrera, la ganó como por cuatro cuerpos en un alarde de honestidad. Al ver que los apostadores se le acercaban con rebenques, cuchillos, revólveres, palos, fustas y botellas vacías, huyó montado en el “Saque” desde Santa Eufemia hasta La Carlota.
Galopar cinco leguas en pelo no es una tarea sencilla, de ahí el mote de “El culo de fierro”.
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6- Cuchillos y cuchilleros.

A la memoria de mi abuelo Miguel González y de mi tío Leandro González, que por paisanos camperos vivieron con una cuchilla de tres remaches marca “Eskilstuna” en la cintura.

                     “Y gangoso con la tranca
                      me solía decir: - potrillo,
                      recién te apunta el colmillo
                      mas te lo dice un toruno
                      no dejés que hombre ninguno
                      te gane el lao del cuchillo”

                     “Las armas son necesarias
                       pero nadie sabe cuando
                       por eso si andas paseando
                       y de noche sobre todo
                       debés llevarla del modo
                       que al salir, salga cortando”

                                                                            (“Marin Fierro” de José Hernández)    

Esto son algunos de los consejos que le daba el Viejo Vizcacha al hijo menor de Martín Fierro.  Jorge Luis Borges, en sus poemas y en sus formidables cuentos, cita permanentemente al cuchillo y al coraje. También se ha escrito y hablado mucho del caronero que usaba Juan Moreyra. En estos  casos el cuchillo está tomado como un arma aunque también es una herramienta.
En Argentina, como causa del gran desarrollo de la ganadería, se dio los que algunos antropólogos llaman “La civilización del cuero”. Las vacas, traídas por la Conquista, se multiplicaron por millones al encontrar clima y pasturas de excelencia en la Llanura Pampeana, esto generó una floreciente industria en el siglo XVII: exportación de cueros y de tasajo o charqui (carne deshidratada por acción de la sal). Los dos tipos humanos de esta zona, el gaucho y el indio, son los artífices de esta “La civilización del cuero” ya que sus enseres, habitación, indumentaria, aperos, etc.,  lo construían con cuero de caballo, guanaco  y fundamentalmente con cuero de vaca y su alimentación, sólo carne de vaca asada o hervida.
Esta cultura alrededor del cuero y de la carne tuvo al cuchillo como una herramienta indispensable.
Hay diferentes tipos de cuchillos:
Cuchillo. De aproximadamente 25 cm de hoja, no muy ancha, encabado en madera, hueso, guampa, plata, etc.
Verijero. Son los cuchillos chicos (15 cm de hoja) y se los llama así porque se los porta en la cintura con la punta hacia la verija, especiales para churrasquear, capar, sacar tiento, mondadientes, limpiarse las uñas y otras tareas.
Cuchilla. Cuchillos de hoja ancha y punta redondeada, como los que usan los carniceros.
Facón. De hoja larga y delgada, también suele llevar una protección para la mano, en forma de S, entre la hoja y el cabo. Aquí no hablamos de herramienta sino de un arma. Erróneamente suele decírsele Puñal, pero éste es una daga de pequeñas dimensiones que cabe en el puño, de ahí el nombre.
Daga. Ídem al facón pero de doble afiladura (filo y contrafilo).
Caronero. Es un facón de grandes dimensiones (hoja de 80 cm), casi un espadín que el gaucho solía llevar entre las caronas de su apero o recado, de ahí el nombre.
En el país hay un importante centro cuchillero en Tandil, ciudad de la provincia de Buenos aires donde se forja acero y hay muchas fábricas de cuchillos de acero al carbono, de los que se oxidan, a diferencia de la cuchillería moderna que está usando aceros inoxidables. Tandil es el equivalente a  Solingen en Alemania y a Toledo en España.
La tradición dice que los cuchillos no se regalan, se venden, de lo contrario el filo corta la relación de amistad. Si alguien te obsequia  uno, debes darle  una moneda de baja nominación a manera de pago simbólico.

También dicen que los cuchillos de desafilan al cortar cebolla o limón o si se los lava con agua caliente. Es muy importante la calidad del acero pero lo que realmente le hace perder el filo a un cuchillo es cortar sobre superficies duras: platos de loza, bandejas de metal, planchas para bifes, sartenes, etc.

                        ”El amigo que no presta
                        y el cuchillo que no corta
                        que se pierdan poco importa”

                                                                      (Popular)

Don Ramón Egea Trujillo Gallardo Encina, era un vasco que algún día llego como linyera a la Estancia “La Magdalena”, dos leguas al norte de La Carlota y ahí se quedó hasta su muerte. Al vasco le gustaba mentir y lo hacia sin tan siquiera ruborizarse. Tenía una vieja cuchilla de tres remaches marca “Eskilstuna” echa en Suecia, porque después se las comenzó a fabricar en Trelew.
 Contaba el vasco que andando por la provincia de Buenos Aires, en ocasión de una gran sequía, le tocó cuerear 36 vacas y en un mismo día y sin poder  afilar su cuchilla ya que estaba en el medio del campo y sin elementos, cuando perdía el filo la asentaba en la plantilla de la alpargata y continuaba con la tarea. A la hora del crepúsculo coloreaban las 36 vacas bien cuereadas para festín de aves carroñeras, zorros  y algún que otro perro cimarrón.
Mi tío Nito Pedraza tenía un perrito chupino y nos contaba cuando éramos chicos, que queriendo cortar un salamín con un cuchillo que se lo había encabado en cuerno de vaca el Pito Sánchez, cortó el salamín pero también cortó la tabla, el mantel, la mesa y le cortó la cola al pobre cuzco.
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7- Viejos mentirosos. Las loras
                                   “…No le quites trampero

                                    el alma al viento

                                    al monte y al cielo.

                                    No le quites trampero…”
                                                               (“Trampero y monte” de Néstor Soria y Mario Díaz)
Cuando éramos chicos no teníamos conciencia ecológica, ni los chicos ni los adultos. Todo el mundo salía a cazar al campo y volvía con cantidades de perdices que nadie comía, martinetas que solo usaban algunas para hacer un escabeche, bolsas de arpillera repletas de pejerreyes que se terminaban pudriendo porque nadie quería escamarlos y despanzarlos. Los cazadores de liebres las aprovechaban, las vendían a un frigorífico que había en Río Cuarto que las exportaban, con cuero y todo, a Europa.

Los chicos vivíamos con la gomera colgada al cuello, el problema era conseguir proyectiles. En La Carlota, como en toda la Llanura Pampeana, no hay piedras ni para remedio pero enseguida corría la noticia cuando habían descargado una camionada de granza para hacer la loza de alguna obra y los chicos salíamos con los bolsillos llenos de piedras para  hondear pájaros y cuzcos toreadores.

Nos gustaba romper a gomerazos las “tasitas de la luz”, o sea los aisladores de los postes de electricidad y las placas enlozadas con el nombre de la calle y la numeración que había en cada casa. ¡Qué dañinos!

Le tirábamos a todo menos a los Horneros, a las Torcacitas porque eran “la palomita de la Virgen” y a las Viuditas, un pajarito blanco con la punta de la alas negras. Creíamos que se  cortaba la goma de la honda al intentar matar  estas aves.

Otra forma de cazar era con las tramperas o trampas, las especies más cotizadas eran los Cabecitas negra, Jilgueros  y Corbatitas.  También para cazar pájaros vivos se usaba el  “pega pega”, una resina natural que se colocaba en los alambrados y los pobres animalitos quedaban adheridos.

El “pega pega” me hace acordar de una historia que me comentó Rosana Dalmasso. Ella es una guitarrista argentina que vive en Málaga y esta anécdota se la contó Damian Sánchez, un conocido director de coros que también supo ser el director y arreglador de “Los Trovadores”, creador del grupo “Markama”, ganador de premios internacionales con el “Coro del Club Regatas” de Mendoza, violoncelista y compositor de hermosas canciones, la tonada “Otoño en Mendoza” entre ellas.

Fue en un encuentro de directores de coros en Torremolinos, donde Damián fue a dar un curso de  interpretación de música latinoamericana y en un bar mientras tomaban un café con Rosana, le contó  esta historia.

Remigio Villafañe era un paisano de San Juan que, como buen criollo argentino y latinoamericano, le gustaba dormir la siesta.

El Capitalismo trajo la idea de que “el tiempo es oro”, que dormir es perder parte de la vida en hacer cosas importantes y productivas. Esas cosas importantes y productivas es ganar mucho dinero para consumir y gastar y de paso para hacer más ricos a los más ricos. Nuevas teorías demostraron lo saludable que resulta dormir la siesta y  “…el tiempo tirado en cafés…” como dice María Elena Walsh.

Es tan importante dormir la siesta a pata suelta que en Argentina hay una “Mitología siestera”; para que los niños no molesten o salgan a hacer diabluras sin el control de los adultos, el ingenio popular del Folklore mágico ha creados los duendes de la siesta. Estos seres míticos infunden miedo y los chicos que si bien no duermen la siesta, pero por temor no salen a  traviesiar. Así tenemos al Duende sombrerudo, La Solapa, el Yasí yateré, el Pombero, el Mikilo, El viejo de la bolsa, etc.

Villafañe dormía la siesta sin culpas, tenía un dormitorio con paredes de adobe y una ventanita al Oeste, por suerte al abrazante sol sanjuanino se lo cubría un añoso Aguaribay de gran tamaño (aunque los cuyanos lo llaman Pimiento), el tronco de un metro y medio de diámetro y una frondosa copa de quince metros de altura. Las paredes aislantes de barro y la sombra del árbol hacían de su pieza un lugar fresco para siestiar.

Un buen día todo se complico y ya nada fue como era entonces, una gran bandada de loras se adueñó del aguaribay para construir sus nidos y guarecerse del calor de la siesta. Las apacibles horas de sopor se transformaron el un concierto desafinado y bullanguero de catas.  

Don Remigio probó con la gomera pero sin resultado alguno, lo mismo con un espantapájaros, intentó ahuyentarlas golpeando una lata pero al día siguiente retornaban. Alguien de dijo que usara “pega pega” de modo que todas las cotorras se quedarían adheridas y chillarían por un tiempo hasta morirse de hambre.

Compró la goma de pegar y embardunó rama por rama al gran árbol. Legaron las loras, se posaron y al sentirse atrapadas comenzaron a aletear con tanta desesperación hasta que arrancaron de raíz al enorme aguaribay y se lo llevaron volando por los aires.

Don Remigio Villafañe también le contó que ya sus siestas no eran iguales, que la habitación tranquila y fresca se había vuelto un horno.

Damián Sánchez sólo atinó a decir:
 -“¡Mire usted!”

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8- Viejos mentirosos – Higos congelados.



Te lo juro que yo mismo lo escuché, me decía el Polo Santillán que fue quien me refirió esta historia en el año 1985 y me la refrescó no hace mucho.

Se trata de  Pedro Ledezma “El tenaz”, criollo  de la zona de Cuchilla Nevada en las Sierras Grandes de la Provincia de Córdoba.

Durante una gran nevada Don Pedro salió a buscar su majada y se perdió en las sierras. La nieve tapa toda referencia que un baqueano necesita para no errar el rumbo, pero por suerte pudo guarecerse en una cueva que era madriguera de pumas, sin poncho, ni comida y sin tan siquiera un solo fósforo. Pasaron dos o tres días hasta que la tormenta amainó, lo que le permitió  emprender el regreso a su casa, muerto de  hambre por el prolongado y obligatorio ayuno.

En el camino encontró una higuera repleta de higos los que comenzó a comer con desesperación, pero pronto se dio cuenta de lo que estaba masticando:



-“¡Eran tordos negros congelados mi amigo!”. 

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9- Viejos mentirosos – Perro de caza.

En otras épocas las patentes de los autos eran una carta de ciudadanía, además de la numeración consignaban el pueblo al que pertenecía el vehiculo.
En los años 70 las patentes perdieron identidad, tenían una letra que identificaba la provincia seguida de un número de seis cifras.
Pero en los años 90 la despersonalización fue total, tres letras y tres números, sin ningún vínculo de procedencia.
Todo esto viene a cuento porque en La Carlota, Don Quirico Fredes solía relatar las habilidades de sus perros de caza. Tenía dos pointers overos negros, el “Puchero” y el “Requecho”.
Recuerdo al “Quiro” en bicicleta junto a Edmundo García,  su inseparable amigo y socio de toda la vida. Eran pintores de obra y a donde iban ellos, los dos perros los seguían.
Contaba Don Quirico que un día llegó un auto forastero a la gomería del “Macho blanco” Barbieri, que estaba al lado de su casa. Pudieron ver que el “Puchero” estaba inmóvil en la parte delantera del auto, como marcando la presencia de una presa. Intrigados todos fueron a ver y en la patente del auto decía: “Las perdices”.  
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     10- Viejos mentirosos – La helada.

Don Lino Rosales era de esos viejos mentirosos de La Carlota y que no faltan en toda la Argentina y en el mundo supongo. Esos mentirosos sin maldad, mentirosos por ser buenos conversadores, mentirosos por “razones literarias”.
Cuando su fantasía era muy inverosímil buscaba apoyo en su esposa y Doña Luisa, para no ser cómplice de semejante embuste, le decía:

-“No me acuerdo Lino, por ese entonces vos eras soltero”.

Contaba que supo andar de arriero por la Provincia de Buenos Aires y una mañana muy fría, tan fría que se había helado el Río de la Plata, el capataz de la tropa le pidió que rompiera el hielo para que tomaran agua los novillos. Probó con la punta del cuchillo pero no pudo, golpeó con el cabo del rebenque pero la capa era muy gruesa, retrocedió unos metros para tomar envión y caer con sus dos pies juntos y así poder quebrar la escarcha, pero fue tan grande la patinada con las rodajas de las espuelas que cuando quiso acordar vio un cartel que decía:

“BIENVENIDO A MONTEVIDEO”. 
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11- Viejos mentirosos – Los indios “Zonas”

A Luis Tillous le encantan las historias de viejos embusteros y él supo referirme estas andadas. El “Negro” Carlos Iñiguez también la cuenta en su libro “Recuerdos de mi pueblo”.
Don Ezequiel Noguera era un paisano del sur de la provincia de Córdoba, mensual de alguna estancia de por ahí. Usaba una manta castaña sobre los hombros con la siguiente frase bordada en letras azules: “No llorés que ya vuelvo”.
Llevaba  en su billetera y los mostraba con orgullo a dos mechones de cabello de mujer, uno pelirrojo y otro rubio:

-“Tuve dos novias en Alemania cuando anduve de “peticero”, fue en  un  viaje que llevamos caballos de polo en un barco muy grande. Una de las gringas era alazana y la otra baya”.

Solía recordar cuando lo contrataron para una gran yerra en la provincia de La Pampa. La faena era a campo abierto, sin corrales, donde tenían que marcar, capar y señalar a miles de novillos y vaquillonas:

- “Nos dieron un lazo, una boleadora y un revólver calibre 44”.
-“¿Para qué un revólver? Le pregunté al capataz”
-“Es que en estos campos hay muchos indios Zonas

Cuando le preguntaban cómo eran esos indios “Zonas”, él los describía de la siguiente manera:

- “Corren ligerísimo porque tienen las rodillas al revés, como los avestruces y    saltan como un resorte entre los pajonales”.
- “¿Pudieron matar a algunos con el revólver que les habían provisto?
- “Enlazamos a varios pero no duraban agarrao, eran  tan malos que se morían de bronca”.
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12- Viejos mentirosos - Perro ahorcado.

Don Lino Rosales supo tener un perro galgo de color negro, tal vez el más veloz que conoció La Carlota, tanto sea para correr liebres como para los ñandúes.
Cuando iba al pueblo a comprar provisiones no le gustaba llevarlo, era enteramente camorrero, se peleaba con cuanto cuzco o perro grande se le cruzara, además y para completarla le gustaba “toriar” a los autos.
Un día lo ató a un árbol con una cadena, ensilló su yegua baya, famosa también, y salió rumbo al boliche del ruso Kulich. Este almacén y despacho de bebidas estaba a las afueras del pueblo, en el paso a nivel  del callejón que va a los campos de “La legua”.
El galgo tironeó y tironeó hasta que pudo cortar la cadena y salió en toda la furia buscando a Don Lino, el que ya llevaba recorrido buena parte del camino. Fue tanta la velocidad que desarrolló el perro negro y tan brusca la frenada cuando lo encontró que, por la inercia que le dicen, se le corrió el cuero para adelante y se ahorcó con su propio esfínter. En honor a la verdad, Rosales no decía esfínter:

-“Pobre bestia, se me horcó con la arandela del upite”.
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13- Nombres, sobrenombres, apodos y motes
Una mujer queda embarazada y comienzan las especulaciones para saber cómo se llamará ese bebé. En Argentina no hay libertad para poner nombres,  uno debe elegir de un listado y en el caso que ese apelativo  no esté consignado, se puede presentar  un informe que justifique las razones con una especie de monografía sobre el origen o el significado de tal o cual nombre.

En otras épocas no era así, por eso es que podemos encontrar nombres muy raros. En La Carlota están los hermanos Fernández como ejemplo, él se llama Indico Ural y ella Constelación del Este. También supe de Bakunin Rodríguez (por el anarquista ruso Mijaíl  Bakunin) y conocí a Regalao Gadea.

Hay nombres que se ponen de moda en estos últimos tiempos, en algunos años  son los Maximilianos,  las Cecilias, las Morenas,  los Jonathan. Siendo docente uno lo puede comprobar claramente, sólo hay que mirar el listado de alumnos matriculados en las diferentes promociones.

Todas la complicaciones de encontrar el nombre para un niño suelen ser una tarea en vano cuando  aparecen los sobrenombres o apodos: Si es Oscar le dirán Cacho, si es Gregorio, Goyo,  a los Hipólitos los llamarán Polo, a  Enrique,  Quique, a las Mercedes Mecha y a las Dolores, Lola. Además de: Beto, Tito, Paco, Cholo, Tita, Pepe, Pancho, Moncho, Nito, Gachi, Lalo, Pocho, Betty,  Nene, Lucho, Fito, Chicha, etc.

El maestro José María Firpo cuenta en su hermoso libro “Qué porquería es el glóbulo” lo siguiente:


-“Yo, maestro, me acuerdo de la bebida que bebían los indios porque se llama igual que una prima mía, que es Chicha”.


Hay apodos que nos dan pistas sobre la procedencia de la persona o de sus ascendientes: el Gringo Stéfani, el Turco Hid, el Gallego Fernández, el Tano Petrone, el Porteño Centurión, el Ruso Kulich, el Serrano Urquiza o el Inglés Cambell. Recuerdo a don Marco Furionni al que llamábamos “Verona” porque había nacido en esa ciudad de Italia. Lo mismo ocurrió cuando llegó un chico al barrio y nos dijo que era de Cayuqueo (Un pueblito de la provincia de Córdoba) y en ese mismo momento selló su mote.

Otros apodos denotan alguna característica física o de carácter: el Jetón Amaya, el Ronco Maffrand, el Chueco Camargo, el Tuerto Cacho, el Manco Óngaro, el Rengo Grafia, el Loco Ramonda, el Mudo Balmaceda, el Cabezón Stauffer, el Colorado Hidalgo, el Zurdo Castagno, el Negro Iñiguez, el Flaco Arrieta, el Ñato Prinzi, el Pelado Montes, el Tarta Bertolini, el Rubio Fonseca, el Odioso Mansilla, el Petizo Ranchera y tantos más.

Conocí a un señor que lo mentaban el Hediondo Quevedo, lejos de inmutarse y de bañarse y perfumarse, continuaba viviendo sin mayores preocupaciones.

Están las personas con nombre de animales. En todo pueblo hay un Loro, Gato, Gallo, Chivo, Perro, etc., pero también encontramos bichos menos comunes y   no tan domésticos, por ejemplo en el pueblo tenemos a: el Urraca Ferreyra, el Puma Barancelli, el Vizcacha García, el Tero Reyné, el Foca Olguín, el Comadreja López, el Peludo gordo Acosta y el Bagre Fachini.

En Malagueño, a un compañero de trabajo le decíamos Lampalagua, pero no recuerdo el apellido.

No faltan apodos relacionados a las frutas y verduras: el Lechuga Fernández, el Repollo López, Perejil Basualdo, Poroto Calderón, el Rabanito Fernández, el Naranja Olarte, Batata Esquivel, Zapallito Bettoracci, Banana Pueyrredón y tantos otros.

La cotidianeidad y la familiaridad con la que uno nombra a determinadas personas, hacen que resulten normales algunos apodos que a otros les llama poderosamente la atención, porque no son del lugar, vaya por el caso: Punto Muerto Villalba, Medio Arquero Gauna, Tiqui tiqui Pedraza, Carlitos el tachero Benito, el Chimango envenenado Rodríguez, Carne cruda Aragón, Boca seca Perusia, Mate amargo Amaya, Velorio Martínez, Cloruro González, Garganta de fierro Villagra y  el Culo de fierro Pereyra, el Macho blanco Barbieri y seguro que deben haber más.

También en Malagueño y también a un compañero de trabajo, Juan Chocobar, le decíamos “Chau pinchila”. No era un sobrenombre para exhibirlo sin reservas, pero en otros ámbitos que no fuera adentro de la fábrica y entre varones, le decíamos “Chau muchacho” o simplemente Don Chocobar.

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14- Pozo de cal
En toda casa en proceso de construcción, a las que llamamos “obra”, había un pozo de cal. Se compraba la cal viva a granel y era necesario hidratarla. Este trabajo de “apagado” se lo realizaba en una batea y finalizado el tratamiento se almacenaba en un pozo cuadrado de 2 metros de lado y 1,50 de profundidad.

El “apagado” era un trabajo duro y más si amenazaba la lluvia y más en el Verano, por la gran cantidad de  calor que generaba la reacción exotérmica. La tarea debía realizarse en una jornada, a no ser que existiera la posibilidad de guardarla bajo techo, lo que resultaba muy difícil en una obra recién comenzada.

Recuerdo cuando me tocó apagar cal para la obra de mi tío Rufino González, y para la obra de Ricardo Sánchez, en los dos casos lo hicimos con “Maucho” López, un peón de albañil que trabajaba con mi padre. Después aprendí mucho de cales en mis 12 años en el laboratorio de la empresa calera “Canteras Malagueño”.

Con mucho esfuerzo “Cachula” Ogas pudo comprarse un traje negro, corbata negra, medias negras, zapatos negros y hasta sombrero negro. Pudo estrenar sus nuevas prendas en una fiesta de casamiento a la que asistió orgulloso de su atildada estampa.

Los casamientos se hacían por lo general en las casas de los padres de los novios, en los patios. Solían cerrar con  un cerco de bolsas arpilleras para que los vecinos no “mosquetearan” y esos patios se alumbraban con faroles a kerosén.

Como el único baño de la vivienda no daba abasto, “Cachula” y otros muchachones fueron a orinar a  una obra que estaba al lado de la casa donde se realizaba la boda y en la oscuridad se cayó dentro del pozo de cal.
Con la ayuda de sus amigos pudo salir del pozo, blanco de cal desde la cabeza hasta la punta de los pies. Se produjo  un gran silencio, primeros  por el asombro y la sorpresa y después por pena de una  vestimenta totalmente arruinada que además le costara tanto comprarla y lo mucho que se había alegrado cuando entró a la fiesta y todos aprobaron su “pinta”.
Los muchachos  esperaban que largara el llanto, pero “Cachula” levantó la vista, los miró y comenzó a cantar esa parte del tango “Cuartito azul” que dice:

-”Ya no soy más aquel muchacho oscuro…”.

Doña Anunciata también se cayó dentro de un pozo cuando fue a buscar cal a la obra de los Poggio.
Estaba por preparar zapallos en almíbar. Se corta el zapallo en dados de igual tamaño y antes que nada se los sumerge en agua de cal, esto es para que forme una costra y los cubitos no pierdan su forma, de lo contrario  todo se transforma en un puré de zapallo.
Cuando por fin la pudieron sacar del pozo y volvía a su casa totalmente llena de cal, pasó “Fosforito” Cabral y le gritó:

- “¡Eeehhh…Doña Anunciata! ¡¿Está por tomar la primera comunión?!”

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15- El acordeón.

              “…y para distraer
              a toda esa alegre reunión
              se le pidió a un viejito
              que tocara el acordeón…”

            (“El viejito del acordeón” polca de José y Carmelo Aiello)

En otras épocas, previo al casamiento las parejas se comprometían; en realidad  era una avivada para juntar regalos y un buen motivo para hacer una fiesta con familiares y amigos.
Lo habían buscado a don Tarragona que tocaba el acordeón para que animara la celebración. Finalizada la cena comenzó el baile a compás de la “verdulera” de ocho bajos del vasco.
El acordeón diatónico de ocho bajos fue inventado en Austria,  en los alrededores de 1830 y llegó a la Argentina entre los equipajes de los inmigrantes. En la Buenos Aires de los años 1880, unos gringos italianos vendían verduras en un sulky y a manera de pregón, como una forma de  atraer a la clientela, tocaban un acordeón diatónico de ocho bajos, de ahí el nombre de “Verdulera”, también le dicen  “Cordiona”  en el Litoral.
Para atajar el viento, la pista de baile estaba rodeada de un cerco hecho con bolsas de arpilleras y Tarragona tocaba sentado en una silla petiza, de esas que se usan para tomar mate, haciendo espalda en la lona. Unos muchachos fueron a orinar afuera de esa improvisada carpa, en un lugar del patio  donde se cortaba la leña y de ahí podían ver la sombra de la silueta del acordeonista que proyectaba la luz del “sol de noche”, recortada sobre las arpilleras y por debajo de estas asomaban las patas traseras de la sillita matera.  En un tronco de cina cina estaba el hacha clavada.

Uno de los muchachos comentó:
-“¿Quieren qué de un hachazo le corte una de las patas de la silla del viejo Tarragona?”

Al quebrarse  la pata de la silla petiza, la reacción de Tarragona fue apoyarse con las manos, pero la mano izquierda estaba trabada con la correa del lado de los bajos y eso hizo que el fuelle de la verdulera se cortara por la mitad.
Lo ayudaron a levantarse al pobre vasco que ya era un hombre de edad y muy gordo, pero por suerte no había pasado nada, sólo el susto por la sorpresa.
El problema fue que sin acordeón se acababa el baile, por lo que decidieron hacerle una urgente reparación de emergencia.
Unieron las dos mitades del fuelle de cartón con puntadas de hilo de coser y para evitar que perdiera aire, prepararon engrudo y pegaron unos parches de papel que sacaron de una revista “El Grafico”. Colocaron el acordeón al calor del rescoldo del fuego con el que habían hecho el asado, para que se secara el engrudo lo más rápido posible y así poder proseguir con la fiesta interrumpida.
Luego de media hora la gente bailaba animadamente con los sones de la verdulera de don Tarragona.
Cuando abría el fuelle en el acorde final de una ranchera, se podía leer:

                             “EMPATÓ RACING DE AVELLANEDA”.
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16- La poda.

                          “Podrán al quebracho hacharlo
                          trocearlo y hacerlo leña
                          pero si ha soltado semilla
                          toda la tierra se preña”

                                            (Copla popular)

Desconozco las razones pero pasa el Otoño y comienzan las podas de los árboles. Dicen los viejos que esta tarea se debe realizar en los meses que no tienen erres, esto es en Mayo, Junio, Julio y Agosto, cuando están adormilados por el Invierno.
Por sentido común, más que por conocimientos científicos, estimo que es una mala costumbre la de mutilar los árboles. La justifico en el caso de los frutales por que aumenta la producción y la calidad de los  frutos, también cuando era una práctica para aprovisionarse de leña. En la mayoría de los casos  se poda sin razón y nos privamos de la hermosa sombra y del hermoso paisaje que es un árbol.
El “Churrinche” Bustos estaba el los últimos escalones de una escalera larga podando un árbol y desde abajo Don Grossi le decía:

-“¡Cuidado Churrinche no te vayas a caer!”
-“No se haga problemas Dante, que estoy bien agarrado del serrucho”

El “Fletacho” Alemandi, albañil de profesión, llevaba permanentemente un cigarrillo en la comisura derecha del labio, con el ojo entrecerrado por acción del humo. Lucia un aspecto descuidado, con los pantalones caídos y un pañuelo asomado del bolsillo trasero, pañuelo que no usaba porque  tenia la costumbre se “sonarse” la nariz con los dedos y limpiarse en el pantalón.
 Un día mientras jugaba al chinchón con  Carlos Tessio, en una mesa del reservado del Bar Marconi, no tuvo mejor idea que tirarle el pucho encendido en el bolsillo del saco de Tessio:

-“¿Quién es el boludo que se está quemando?”

El Gringo Tessio no tardó en darse cuentas que era él el que se quemaba y avergonzado por lo que había dicho más que por la mala acción de su compañero de juego, que le pegó una semejante cachetada al “Fletacho” que tirado en el piso le decía:

-“¡Qué mal carácter que tenés!”

Carlos Tessio fue el célebre pensador de La Carlota,  autor de las frases:
“El que trabaja es porque no sabe hacer otra cosa”.
“Lluvia de mierda, viene a arruinar una hermosa sequía”.

En otra oportunidad Tessio puso a la venta su chacra que estaba en el cruce de la Ruta 8 con la Ruta 4. Un día llegó un interesado en comprarla y  salieron a recorrerla para ver el ganado, el estado de los alambrados, el molino y las aguadas por lo que el posible cliente le preguntó:
-“Don Tessio, qué tal es la calidad del agua?”
-“Pregúntele a las vacas porque yo nunca tomé agua”

Fidel “Fletacho” Alemandi se había dispuesto podar el paraíso que estaba en la vereda de su casa. Sentado en una rama, con la mano derecha se tomaba de otra rama más fina y con la mano izquierda, era zurdo, serruchaba la mismísima rama en la que  estaba sentado.
Trabajaba con alegría mientras cantaba el valsecito criollo “…Tengo mil novias, tengo mil novias, de los amores yo soy el campeón…”
Un vecino se percató del error del “Fletacho” y le gritó.

-“¡¡¡Fidel,  te vas a caer !!!”

No terminó de  avisarle que Fidel junto con la rama  se precipitaron a tierra. Aturdido por el golpe y la sorpresa, se levantó con el pucho aun en la boca y le dijo a su vecino:

-”Mierda… parecés adivino carajo”
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17- Títeres.

Alberto Baracca, aunque  nacido y criado en las chacras del sur de La Carlota, hablaba con marcado acento italiano y eso era porque los gringos usaban el piamontés para comunicarse entre ellos.
Trabajó muchos años con Don Cafa y cuando  vendieron el campo se vino a vivir al pueblo, donde fue peón de albañil de mi padre. Era delgado con una gran nariz ganchuda, masticaba tabaco “Mariposa”, por lo que tenía una dentadura manchada de un color marrón negrusco y también fumaba en pipa. Sabía  decir:

- “Tan tonto que es el italiano, fuma en pipa pa` no convidar”

Contaba Don Baracca que una de sus salidas favoritas eran ir los Domingos a lo de “Pepito” Niccola, un boliche de campo que estaba en la estación del Ferrocarril de Manantiales, camino a Assunta. Ahí se jugaba a las bochas,  a las cartas, también hacían trotar el hueso (tirar la taba)  y alguna que otra carrera de caballos.
Un día llegó un vendedor ambulante, los “mercachifles” o “pilcheros” que les decían. Era un “turco” santiagueño que andaba en una jardinera con un toldo de lona, tirada por dos caballos tordillos. Además de vender: mantas, bozales, cuchillos, repuestos para faroles, lazos, artículos de tocador, ropa de trabajo, rebenques y  chucherías varias, tenía el oficio de titiritero.
Con unas mesas apiladas y unos ponchos armaron un improvisado retablo. Los títeres eran dos muñecos de trapo con cabeza de yeso, uno grande del tamaño de un bebe recién nacido y el otros era chiquito.
Comenzó la función y cuenta Don Baracca que él estaba borracho y se había sentado muy cerca para no perderse detalles. El argumento de la obra era tal que  el muñeco grande le pegaba permanentemente al muñeco chico, con una tabla de madera de cajón de frutas.

- “Yo comencé a juntar herrumbre -decía Baracca - hasta que cansado de ver tanta injusticia le levanté de la silla enfurecido y grité: ¡Hasta cuándo mierda le vas apegar a ese pobre chico! Y le di una semejante trompada que saltó la cabeza de yeso y se hizo mil pedazos contra la pared. Saqué el cuchillo, un verijero cabo de hueso que llevaba a la cintura y lo encaré al titiritero que no  podía creer lo que estaba ocurriendo. Entre mis amigos me quitaron el cuchillo y me calmaron…”

Luego de relatar esta anécdota, Don Baracca miraba lejos y sabía decir:

       -“Si habré sido iñorante”.
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18- Asados y asadores.

                            "Con su permiso voy a entrar
                              aunque no soy convidau
                              porque en mi pago un asau
                              es de nadie y es de todos
                              yo voy a cantar a mi modo
                              después que haiga churrasqueau"

                          ("El payador perseguido" de  Atahualpa Yupanqui)

El Miércoles 27 Octubre fue el "Censo Nacional 2010". Somos 40.091.359 de argentinos, esto significa que hay 40.091.359  de DT de la selección de futbol, como también hay  40.091.359  de asadores. Ningún argentino asa de la misma manera, todos tienen sus métodos y teorías al respecto.
Yo les cuento mi verdad, tengo para avalar mis palabras un alto índice de ácido úrico, elevado colesterol, triglicéridos por las nubes y como si eso fuera poco, 140 Kg de peso.
Hago fuego con leña, admite la posibilidad que la braza no esté totalmente hecha, incluso eso le da un rico olor y sabor ahumado. El fuego con carbón debe estar perfectamente encendido, de lo contrario se olfatea un olor fulero y el gusto no es bueno. Dicen por ahí que si tirás sal gruesa sobre las brazas se le va el gas malo (¿?¿?). También dicen que el humo  va para el lado que están las personas con ojos lindos.
La disponibilidad de leña es la que ha determinado como se asa en una geografía o en otra, los árboles de madera dura permiten asar con  brasa duradera y de mucho poder calórico, donde hay arbustos y yuyarales se asa a la  llama. La posibilidad de distribuir leña fuerte y carbón a todo el país, ha uniformado la manera de hacer asados por lo que en toda la Argentina  generalmente usamos  brasas.
La carne es la clave de un asado rico, la variantes son muchas: vacuno, pescados (Dorado, Dientudo, Sábalo, Boga, etc.), cabrito, cordero, lechón, pollo y otros bichos. Yo prefiero la carne de vaca con huesos (costillas) y cortes finos porque la carne en grandes trozos se hierve en sus jugos y se apuchera. También me gusta el matambre. Escuché que el matambre izquierdo es más blando porque la vaca siempre se echa del lado derecho. Eso no es verdad, pude ver cantidades de lecheras rumiando tranquilamente en los corrales del tambo de Santiago Carreras y lo hacían echadas de cualquier lado.
Yo aso con braza fuerte para que se dore por fuera y quede jugoso al centro. Hay otros asadores que comienzan “a fuego lento” (así se llama un hermoso tango del maestro Horacio Salgán) para que se cocine parejo. Dicen los criollos viejos que hay que asar "vuelta y vuelta", esto es asar de un lado, dar vuelta y asar del otro, no marear la carne dándole mil volteretas.
La sal es otro tema, hay muchas teorías, yo salo con sal entrefina o gruesa  y sobre la parrilla, me parece que salar con mucha antelación le hace perder jugos a la carne. Preparo sal que guardo al lado de mi asador, es con el agregado de algunos dientes de ajo, algunos yuyos frescos (romero, tomillo, salvia y orégano), pimienta negra y algún ají fresco, de esos bravos; queda muy sabrosa y aromática cuando la sal les ha extraído los jugos a esos agregados (hay que esperar 15 días por lo menos).
Conrado Guzmán sabía contar que es sus años de tropero, cuando llovía hacia el asado debajo de la panza del caballo y nada de usar leña o carbón, lo asaba con paja de totora.
El “Alemán” Boehler decía que en ocasión de una campaña política del Partido Radical, en el sur de la Provincia de Córdoba, habían asado vacas enteras rellenas con “carbonada chilena” (¿?) que parecían embalsamadas y las asaban paradas, como si estuvieran vivitas y coleando. Demoraron una semana para la cocción.
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19- El Mercado.

Recuerdo al viejo Mercado de La Carlota, estaba donde ahora es el teatro Municipal de Cultura, un galpón de 80 mts. por 20 mts. con techo de chapas a dos aguas, rodeado de Eucaliptos gigantescos y como anexo un frigorífico donde íbamos a comprar hielo.
Había básicamente  puestos de verduras y carnicerías, pero Don José Zenka que era un alemán grandote, tenía un puestito donde vendía medias que él mismo fabricaba.
A media mañana se juntaban los puesteros a comer una “picadita”. Un día el “Talo” Rosales llevó un peludo gordo grasa amarilla y con abundante chimichurri que al alemán mucho no le gustó:

-“Coma otro bocado Don Zenka, le dijeron”.
-“No gracias, no quiero más tortuga”.

En esos tiempos la cabeza de vaca no se vendía, le sacaban la lengua y los sesos y se la daban a quién la pidiera o a los perros. Vicente Altamirano, que tenía puesto de carne en el Mercado, le regaló una cabeza a Ramón Machado y este le comentó a su  hermano “Pancho”:

- “Don Vicente me dio una mirona, pero le falta el parlante y la mente”.

En los cuatro rincones del Mercado había pequeños boliches con despacho de bebidas. El barcito de la  esquina sudeste era de Don Benavides,  jugaban a las bochas en una cancha que estaba a la sombra de los Eucaliptos. Ahí reinaba José “Cochengo” Aragón, campeón de la chanta cuatro.
Un día llegaron unos gitanos, cuando  eran nómades y recorrían el país con sus camiones y sus carpas, llenando de colorido el pueblo, pero también de recelos. Dos de ellos  fueron a desafiar a los bochófilos de la cantina, pero previamente habían averiguado quienes eran los jugadores más destacados:

- “¿Quién quiere jugar a las bochas por plata?”.
- “¡Yo les juego!”
- “¿Cómo te llamás vos?”
- “Me llamo José Aragón, para servirles”
- “¡No , no! A vos no te jugamos”.
- “Les juego con la mano izquierda” dijo Cochengo.

       Los gitanos no se habían enterado que  Aragón era zurdo, a pesar del minucioso trabajo de espionaje.

         -“Si es con esa condición aceptamos”.

Esa mañana comieron un asado que pagó “Cochengo”, con el dinero que les había ganado a los gitanos.
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20- En la noche de San Juan…

Recuerdo cuando niño en La Carlota, ni bien entraba Junio salíamos a buscar "yuyos voladores" o "cardos rusos", de esos que cuando están secos los arrastra el viento y van rodando por los campos. Éramos de la partida: mi hermano Jorge, “Cachín” Fritaión y Carlitos Langone, llevábamos dos riendas de sulky para poder traer arrastrando la carga.
Al crepúsculo de  la Noche de San Juan, que es el 24 de Junio, hacíamos una gran parva con esos yuyos para la fogata y le agregábamos ramas de "siempreverde" que al recibir el calor de las llamas sus hojas verdes crepitaban con estruendos y gritábamos:

 “¡Viva San Juan y San Pedro, las bolas del perro negro y viva San Juan y San Pablo, las bolas del perro blanco!”

Recuerdo también que don Juan Debanne, el que tocaba la verdulera, nos tiraba monedas y caramelos "a la manchancha" por ser su onomástico.
A los "Yuyos voladores" o "Cardos rusos" se los llevó el glisfosato, a "La Noche de San Juan" se la llevaron varias razones, pero es largo de explicar y yo sólo quería recordar mi niñez. 
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21- Mis Gancias de las 11:30.

Cuando voy a veranear a Nono veo que todos los emprendimientos están en mano de extranjeros: llámense cordobeses de Córdoba, llámense porteños, llámense gringos. Es serrano sólo el  vendedor de yuyos (peperina, tomillo, poleo, carqueja, etc.) o el que alquila caballos o el que vende pan casero con chicharrón.
En la esquina de la plaza hay un histórico almacén con despacho de bebidas y hotel, “La viña” se llama y fue el primer hospedaje del Valle de Traslasierra. Tiene una de esas balanzas Bianchi Legítima de color rojo y una contadora de fiambres a manija, también de color rojo y  estanterías de maderas  hasta el techo.
Este es uno de los pocos negocios  exclusivo para parroquianos, para los que viven todo el año en Nono y no los circunstanciales veraneantes. Lo atiende  un turco, Miguel Salomón, que también es nacido y criado en el pueblo.
Ahí es  donde tomo mis Gancias de las 11:30, con aceitunas verdes porque nunca hay negras, que son las que me gustan, tampoco hay limón. Un día compré dos limones en una verdulería y los llevé en el bolsillo.
Pude observar que a la hora del aperitivo van llegando los clientes de siempre, los clientes de todos los días. El turco bolichero les sirve lo que van a tomar, no necesita consultar, él ya sabe el gusto de cada uno: vino tinto con soda, vino blanco con coca, Cinzano con fernét, Gancia con limón, fernét con Coca, ginebra, cerveza con Fanta, etc. Uno de los asistentes tomaba champán Toso, la botella le duraba para dos mañanas, la volvían a tapar y la guardaban en una heladera de madera de seis puertas.
Un día entró un parroquiano que se me parecía, algo más joven que yo pero de la misma categoría: 130 Kg, pelo largo con colita, 1,80 metros de estatura, barba entrecana y remera negra con unas palabras en el pecho:
"No es malo dejar la bebida, lo malo es no saber dónde".
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22- Peludeando.
                          A mi compadre Ernesto Gagliano, por los teros y aquella iguana…

Difícilmente una persona se muera de hambre en la Llanura Pampeana de Argentina. Si bien la flora autóctona no brinda muchos frutos comestibles, salvo algún que otro Chañar y unos pocos Algarrobos, la fauna es abundante y sabrosa. Doy fe porque he comido varios bichos: Guanaco, picana y huevo de Ñandú, Vizcacha, Coipo (la mal llamada nutria), Perdiz, Martineta, Iguana overa, Comadreja picaza, Tero, Mojarrita, Paloma, Dientudo, Pato sirirí, Moncholo, Bagre, Liebre, Pejerrey, Anguila y Rana.
Mi plato favorito son las “Cáscaras”, esto es: el Peludo Grande o Quirquincho, el Peludo chico o Piche (pichi en lengua araucana es chico, pequeño) y la Mulita. En otras zonas del país podemos encontrar: el Gualacate, el Pichi ciego, el Mataco o Quirquincho Bola y el Tatú Carreta que es el más grande de todos estos armadillos.
Las noches de luna son ideales para salir a “peludear”, es imprescindible un perro peludero, una pala de punta y una chuza, también llamada fierro peludero. No nos olvidemos que estos animalitos viven en cuevas profundas y son formidables cavadores ya que están provistos de uñas poderosas.

Una noche clarita salieron a peludear un grupo de amigos en el camioncito del “Pibe” Leiría. Eligieron los campos de la Estancia “La Angélica”, al sur de La Carlota, y después de mucho caminar y de haber cazado un solo piche flaco y lleno de piojos, decidieron emprender la vuelta. De pronto los que iban en la caja del camioncito gritaron al unísono:

-         “¡Pará, pará!”.
-         “¡¿Qué pasa?!” dijo Leiría.
-         “¡Pará que se cayó el Piche!”.
-         “Pero mirá si voy a detenerme porque se cayó un piche flaco y piojoso”.
-         “¡Nooo! ¡Es el “Piche” Medina!”.

Otra noche  enlunarada salieron a peludear cuatro amigos en una moto Zanella 175. En esta ocasión fueron para los campos de la zona del Puente de Olmos que está sobre el Río Chocancharava, el Río Cuarto que le dicen.
¿Cómo es esto de cuatro en una moto? Dos iban el la moto con un cuzquito peludero sobre el tanque de combustible y los otros dos en un carrito hecho con ruedas de bicicleta.
Antes de regresar al pueblo, en la cuesta de un alambrado, se dispusieron a cenar unas milanesas frías, un poco de mortadela con pan y abundante vino tinto, mucho más de la cuenta.
Volvieron con la misma disposición de la ida pero uno de los de la moto se había sentado “cara pa’ atrás”, para poder charlar  con los  que venían en el carrito. Hablaron animadamente de todo un poco y cuando subieron al pavimento de la Ruta 8, el que viajaba mirando para atrás  dijo:

- “Che, cantate un tango”.
- “No, si yo no sé cantar”.
- “Dale, cantate un tanguito”.
- “Nunca he sido de cantar”. 
- “Mirá que si no cantás un tango les saco el perno”.
Hacia referencia a un bulón que unía el carrito con la moto.
- “¡Estás loco, nos vamos a matar, la moto debe ir como a 50 Km. por hora!”.
- “Cantá o les saco el perno”.
- “Pero si no conozco la letra de ninguno”.

Por fin  sacó el perno nomás, los del carrito fueron internados en el Hospital San Antonio pero sin consecuencias graves.
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23- Uvas en grappa.

En la chacra de los Dutto, campos de La Carlota, se dispusieron a ordenar y limpiar el sótano, ahí la Nonna encontró varios frascos con uvitas “chinche” en grappa:

-         “Tiren esa porquería que deben estar feas”, les dijo a los chicos, “y guarden los frascos para hacer más conservas”.

Cerca de los corrales de ordeñe tiraron las uvas y una tropa como de veinte gansos se hizo el festín. Transcurridas unas horas le avisaron a la Nonna que los gansos estaban “muertos”, otros “agonizaban”:

- “Vieron que esas uvas estaban feas, se  envenenaron todos mis gansos. Sáquenle las plumas de la panza que voy a hacer unas almohadas o un acolchado y después carguen a esos pobres bichos en el sulky y los tiran en el cañadón para que se los coman los caranchos”.

A la mañana siguiente volvieron los gansos desde el cañadón a “las casas” con todo el pecho pelado, caminaban con dificultad porque aun les duraba la borrachera.
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24- Músicos.

Sixto era un paisanito de un metro y medio de estatura, tocaba la guitarra y cantaba. Vivía en una casita muy humilde junto a su padre ya  viejito, a media cuadra de la casa de mi abuela María.
Lo recuerdo con pañuelo al cuello y una boina vasca de un color “llueve y no llueve” que alguna vez había sido negro.
Un día mi abuela le pregunto cuantos años tenía:

-“Yo tengo 42 años Doña María pero papá es mayor”.
- “¿Y cuántos años tiene su padre?”.
-“No sé si tiene setenta o setecientos”.

En el mismo barrio de Sixtito Funes vivía  Santiago López, que  tocaba el bandoneón, mi abuelo José Pedraza que tocaba la verdulera de ocho bajos y la armónica.
Don Santiago tocaba un instrumento muy antiguo, era más chico que los que por lo general se conocen. Tenía una mujer  que  lo engañaba con su mejor amigo y para peor en su propia casa y para peor en su presencia.
Este mal amigo siempre le pedía se tocara con el fuelle algunas rancheras, foxtrot, valcesitos, gatos, tangos y otros pedidos:

-“¿A que no sos capaz de tocar la variación de Palomita blanca con los ojos
  tapados con un pañuelo?”.

Mientras Santiago tocaba la variación del vals, el amigo le tocaba la esposa.

Más para el lado del barrio El Pacífico, había otro bandoneonista, Don José Fernández.
Cuentan que llegaron desde la provincia de Corrientes unos peones golondrinas con sus esposas e hijos, venían a trabajar como albañiles con una empresa que construía un barrio de viviendas sociales. En ocasión de una fiesta familiar, los correntinos contrataron a Fernández para que les animara el baile con su bandoneón.
Comenzó tocando una Ranchera pero nadie salió a bailar, siguió con un Paso Doble y lo mismo. El dueño de casa le dijo si no sabia tocar algún Chamamé:

-“Si, cómo no, pero tengo un solo Chamamé en mi repertorio, Merceditas

Tocó Merceditas y todo el mundo salió a bailar, volvió a tocar Merceditas y los sapucay se escuchaban desde lejos, volvió a tocar Merceditas y así hasta la salida del sol.
Desde ese día  a José “Pepe” Fernández  lo llaman “Merceditas” Fernández.
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25- Melitón Ponce.

                 “El que tiene tabaco
                   y no pita,
                   es como el que se pierde
                   y no grita”.
                                                 (Copla popular)

Una noche de verano sentimos que golpeaban las manos, me asomé por la ventana y había a un hombre  a caballo, sobre la misma vereda de mi casa en La Carlota. Salió mi padre, el Dodi Pedraza y dijo:

-“Buenas noches ¿Qué anda buscando mi amigo?”.

Devolvió el saludo con una lengua pesada dando muestras que estaba borracho:

-         “Buenas noches y disculpe ¿No sabe dónde vive Melitón Ponce?”.

Mi viejo, aguzando la vista porque estaba oscuro, se sorprendió:

-“Pero…¡¿No sos vos Melitón Ponce?!”.
-“¡Si, carajo! Es que ando con algunos vinos y no encuentro  mi casa”.
-“Pero paisano, suéltele las riendas que el caballo solito lo va a llevar”.

Evidentemente llegó a destino porque a la mañana siguiente, si bien no lo vi a Melitón, el caballo estaba en la casa.
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26- Fiero pero sabroso.

La manipulación genética hizo zapallos del tamaño de un Fiat 600, tomates  hermosos pero que no tienen sabor a tomate, mandarinas que no dan ganas de sentarse a comerlas al sol en una siesta de Invierno, uvas enormes como huevos de perro, choclos en Invierno y naranjas en Verano. Antes esto no ocurría, las frutas y las verduras eran fuleritas pero sabrosas y en Invierno lo de Invierno y en Verano lo de Verano.
Yo tenía una tía lejana, la Juana Pedraza, que no ensillaba con todas las caronas, que le faltaban algunas monedas para el peso, la que solía contestar cuando le preguntaban por la fecha de su nacimiento:

-   “Juana  ¿Cuándo es tu cumpleaños?”.
-    “La verdad que no sé, sólo sé que para mi cumpleaños hay zapallitos del tronco”.
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27- Sal salamin.

     Hacer salamines es cosa de gringos.
Unos criollos de la Estancia “La Magdalena”, campos de La Carlota, se dispusieron a carnear un chancho de 220 Kg. para hacer chorizos. La carne ya estaba picada y bien mezclada con el tocino cortado a cuchillo en dados chiquitos, sólo faltaba condimentarlo. La cantidad de sal  es del 3,8 % pero un paisano equivocadamente dijo 38 %; discutieron hasta que se dieron cuenta que ese porcentaje era muchísima sal y acordaron en ponerle menos de la mitad, un 10 % más o menos.
Trascurrieron unos tres meses y los salamines estaban en su punto justo de maduración, colgados como corresponde de los tirantes de pino Tea del techo. Cortaron uno para probarlo y fue imposible tragarlo, era como comer una cucharada de sal gruesa.
En una quincena  los perros de “La Magdalena” pudieron comerse los 40 Kg. de chorizos, pero en ese ínterin no hubo forma de sacarlos de las inmediaciones del bebedero de los caballos. 
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28- Sauceros en Córdoba.

Nos autodenominamos “Sauceros” porque La Carlota fue una villa-fortín llamada “Punta del Sauce” y  sauceros a sus antiguos habitantes, antes que fuera rebautizada con su actual topónimo en el 12 de Abril del año 1792.
Somos un grupo de carlotanos que vinimos a estudiar a Córdoba a comienzos de los años 70 y vivíamos en una  casa  frente a la Plaza de las Américas. Ese grupo, sumado a otros carlotanos y no carlotanos, en la actualidad nos juntamos mensualmente a comer asados.
Estamos los “Sauceros nativos”: Alvarito Pérez, “Gupo” Romero, Miguel Altamirano, Guille Altamirano, Daniel Pellegrini, Jorge Garnica, “Pulga” Balmaceda, “Gitano” Patriarca, “Negro” Rodríguez y yo, los que conformamos el grupo de socios activos.
Hay socios adherentes: “Poxi” Romero, Roque Maffrand, “Yuri” Cavanagh, Cristian Cavanagh, Jorge Echavarria y  Jorge Barbero.
Están los “Sauceros por opción”: Miguel Novarece (San Francisco), Ramón Ferreyra (Malagueño), Gabriel La Orden (Rafaela), “Tanino” Gómez (Torrent – Pcia. Corrientes), Ismael Argañaras (Córdoba), Miguel Romera (Rafaela), Javier Sampaoli (Córdoba)  y Marcos Ludueña (Córdoba).
El  Saucero “Negro” Rodríguez es uno de los socios fundadores de este grupo y un infaltables asistentes a todas las reuniones, hombre que le encanta comer asado y tomar vino con soda. Tuvo un desgraciado episodio, en ocasión de un asalto a su casa, recibió un balazo en la zona lumbar que le costó una prolongada convalecencia, incluso con  riegos de quedar hemipléjico. Cuando le dieron el alta, la primera salida del Negro fue para los festejos de los cincuenta años de Miguel Altamirano.
Recuerdo que mientras asaban un  costillar y un cordero, estábamos reunidos al lado de la parrilla tomando vino y comiendo salamines. En ese momento hizo su aparición Rodríguez, débil aun y con mucha dificultad para caminar por lo que lo tenían que ayudar, de un lado Jorge Garnica y del otro “Gupo” Romero.
En el momento me comentó  el Guille Altamirano que oficiaba de asador:

-         “Mierda, con tal de comerse un asado, ni las balas lo paran al Negro”
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29- Horóscopo criollo.
A diferencia de los muchos horóscopos existentes, los cuales determinan la pertenencia a uno u otro signo en función al año o al mes de nacimiento, este Horóscopo Criollo es a gusto del consumidor, cada uno pertenece al signo con el que personal e íntimamente  se sienta identificado.
Similar al Horóscopo Chino, pero está representado por doce bichos autóctonos. Aquí están las características de cada animal.

1- Quirquincho
Hay dos tipos, el quirquincho de tierra y el quirquincho de agua. Los nacidos bajo este signo prefieren la noche y aunque taciturnos, son simpáticos y caraduras. Sus cabellos no son suaves, ni aun usando la mejor cosmética. Les encantan las cuevas. Algunos se dedican a la música porque tienen uñas para guitarreros y son fanáticos de Jaime Torres.

2- Lechuza
Los nacidos lechuza son bipolares. Este pajarito es el símbolo de la sabiduría y como contrapartida, por la mala prensa y falsas creencias, son bichos agoreros. Las lechuzas son inteligentes y sabedoras, que conjuran la estupidez, la banalidad, la mediocridad, la tinelidad y otras yerbas.

3- Ñandú
Los ñanduces y ñandusas tienen muchísima suerte, es posible que esta característica esté vinculada a los huevos enormes que ponen. Hay que tener cuidado porque son muy rápidos y voraces, comen todo lo que encuentran a mano: piedritas, tuercas, billeteras, joyas, hasta herencias.

4- Zorrino
Los varones de este signo tienen la muy fea costumbre de salpicar la tapa del inodoro cuando orinan. Aunque gastan fortunas en perfumes, tiene dificultad para insertarse socialmente. No son como el agua potable, inodoros, insípidos y de sabor agradable, son como el agua de “Aguas Cordobesas”.

5- Cóndor
La majestad del Andes y de las Sierra de los Comechingones. Su vuelo perfecto es la más acabada imagen de la libertad. Ojo al piojo, hay Águilas y Buitres que no tienen nada que ver con la libertad.

6- Yarará
Las yararás hembras tienen ojos bellísimos y un andar muy serpenteante, cambian de piel diariamente por lo que su hábitat preferido son los shoppines. La ponzoña de la yarará macho es mucho más neurotóxica, es fácilmente comprobable mirando un poco de la televisión nacional.

7- Calandria 
A la calandria le encanta copiarles el trino a otros pájaros, en realidad copia todo. Es frecuente verlas desde Marzo hasta finales de Noviembre, especialmente los días de evaluaciones en las instituciones educativas. Es un bello y alegre pajarito aunque tiene un plumaje tristecito.

8- Guanaco
El nacido bajo este signo muy masculino, tiene una mirada despreciativa y con aires de suficiencia, como diciendo:
-“¡Volá o te echo un gallo!”.
Son babosos, capaz de matar por ser el macho alfa de su manada.

9- Hornero
El hornerito es el Pájaro Nacional. Común y corriente, sin lujos ni brillos, capaz de sostener una familia sólida como su casita sencilla, la que construyen entre los dos integrantes de la yunta con mucha alegría y  esfuerzo.

10- Corzuela
En el monte se está extinguiendo, pero en ámbitos urbanos cada día hay más ejemplares. La corzuela es tímida, asustadiza e indefensa, atentos a estas características de conducta, los etólogos no se explican por qué los machos tienen cuernos.

11- Sapo
El sapo anuncia lluvia con un canto que, para muchos, no es el más bello. Este “tenor de los charcos” canta a pesar de todo y de todos, canta porque “el que canta sus males espanta”, canta porque entiende al canto como una necesidad vital, canta sin importarle las aptitudes, canta por sus alegrías y canta, muchas veces, para no llorar.

12- Zorro
Este animalito representa la astucia, aunque esa viveza criolla está al servicio de la mentira, el engaño y la vagancia. Nadie quiere ser zorro o zorra pero hay miles y por méritos propios. Son hábiles para esconderse pero se los puede ver en épocas de elecciones.
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30- Crítico musical en DEODORO. (Tomá pa vos).

De la revista “DEODORO” (Gaceta de crítica y cultura) de la Universidad Nacional de Córdoba, me pidieron si podía escribir un comentario sobre un disco de Diego Marioni. Esto fue publicado en la edición Nº 1 de Setiembre de 2010.

                                  “ORACIÓN” disco del Diego Marioni Trío.                             

“Diego Marioni Trío” está conformado obviamente por Diego Marioni (catamarqueño el hombre) en voz, percusión, vientos (saxo y flauta) y composiciones, Jorge Reales (catamarqueño también el hombre) en guitarra española y guitarra eléctrica y Juan Angera (de Mar del Plata pero criado en Catamarca) en bajo y coros. Hay invitados a esta mesa bien servida: Román Dagna, Dúo Wagner-Traján, Lula Fernández, Romina López, Mariano Medina, Cecilia Zabala, Mariano Clavijo y Viviana Pozzebón.

No sólo sus integrantes son de Catamarca, es música de Catamarca y por Catamarca, aunque con colores y olores  “internacionales” pero  la cocina es  bien criolla y se puede ver claramente la querencia. Esto garantiza que esta fusión no sea tan fusión, sino música de vertiente folklórica con influencias que no hacen ruido y es por obra y gracias del conocimiento que tienen los integrantes del  trío de: amagues, triquiñuelas, gambetas y  rengueadas de esta música argentina, sumada, claro está,  a la imprescindible solidez técnica. O sea, es chicha y es limonada. Aquí la importancia de ser experto, especialista, “del palo”, lo que permite andar por muchas rutas y caminos sin desorientarse y de cuándo en cuándo tomar por un senderito para volver “a las casas”.

Son dieciséis danzas y canciones, la mayoría  obras de Diego Marioni. El disco toma el nombre de una vidala fragmentada en: “Oración I”, “Oración II” y “Oración III”, con un tratamiento de la percusión novedosa para estas músicas, usan instrumentos no convencionales (sartenes, caños para instalaciones eléctricas, etc.).
“Tejedora belenista” es de dos extranjeros, no son catamarqueños, son salteños: Manuel José Castilla y Eduardo Falú; a esta zamba también se la conoce como “La chuschala” y como “La catamarqueña”, encimado con la introducción se escucha bagualear a Don Eusebio Mamaní, cantor vallisto de Santa María. En esta versión el bajo deja de hacer las consabidas bases rítmicas/armónicas para “cantar”, se escucha el bombo tal vez con demasiado aro.
Hay dos bellos huaynos “Chinita de mi alma” y “Luna lunera”,  con la ternura que tienen las buenas canciones infantiles.
En  “El Colero” vuelven “a las casas”, es un gato bien a la criolla en  la interpretación y con la temática que caracteriza a esta danza pícara, de Marioni la letra, la melodía de Mariano Clavijo y se puede escuchar la hermosa voz del Lula Fernández.
En las huellas, como todo lo que es de la llanura pampeana, no suelen sonar bombo ni percusión alguna,  “Rumbo” es un aire de huella que sale de la regla con un fondo de cajón peruano y rumores de platillos, pero el carácter y la métrica del texto confirman su condición de tal.
También encontramos dos chacareras, otra zamba, una canción y un tango, no es un tango como tantos, es un tango cordobés que habla de “la Colón” y de “la San Martín”, del cuarteto, hasta de un “cara ‘i poio”, lo introduce un poema que recita Mariano Medina muy naturalmente y sin poses de antiguo locutor de orquesta típica.
Y está presente la memoria en una bella vidala ancestral: “De los altos minerales” y en el rescate de dos viejos catamarqueños (de los viejos de antes): “Tun tun” un bailecito de Don Manuel Acosta Villafañe y una cueca de Selva Gigena, “Andate con quien quieras”.

“Oración”, crepúsculo, la tardecita o como dice Atahualpa Yupanqui: ”…un degüello de soles…” es la hora del día más profunda, bella, reflexiva y no es casual que este nuevo trabajo del “Diego Marioni Trío” se llame así. Hay un nuevo disco de “folklore” en Córdoba y es para bien, porque hay raíces sanas que hicieron florecer el antiguo árbol  y mucho antes que llegue esta primavera.
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31- Coincidencias - ¿El huevo o la gallina?


Encontré tres coplas con muchas coincidencias…

 “La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira
El niño la está mirando”.
                                                (Federico García Lorca)

“La luna bajó al estero
para verse reflejada
los toros muertos de sed
la bebieron con el agua”.         
                                               (Atahualpa Yupanqui)

“La luna vino al estero
mimbre, totora y retama
y allí los toros sedientos
la bebieron con el agua”.
                                               (José Augusto Moreno)

El Tata Herrera me comentó que es común en los copleros y cancioneros tradicionales la imagen de la “luna sedienta”, la luna que viene al agua. A partir de este comentario hice una copla e insté a mis amigos a escribir  sobre el tema.

 “La luna vino a los charcos
para pintarlos de plata
los caballos por curiosos
le salpicaron la cara”.
                                 (Cocho Pedraza)

“La luna viene a los ríos
a llorar penas del agua,
cuando la engancha un anzuelo
su llanto se vuelve escama”.
                                                      (Luís Alex)

"La luna está en La Carlota
cabrilleando sobre el río
y por más que le sonrío
igual no me da pelota".
                                          (Ricardo San Esteban)

"Luna mojada, lunita
del estanque del chañar
que pintas de luz las noches
y de misterio el mirar".
                                          (Carlos Ravina)

Le dijo el agua a la luna:

Te miro redonda y blanca
desde mi húmeda morada...
ojalá me bebas toda,
mi sedienta enamorada”.

La luna le contestó:

Lo que miras también veo
en ese tu oscuro espejo
pero no puedo beberte
porque estás lejos, muy lejos”.
                                                          (Julio Villaroel)

“Río y luna se encontraron
y salieron a pasear
fueron por selvas y llanos
y ella se escondió en el mar”.
                                            (Roberto Yapura)

“La luna en el estanque
se ha visto reflejada
pero no es la misma luna
es otra luna mojada”.
                                         (Gupo Romero)

"La luna vino a mi casa,
dejo un abrazo cobrizo
y un universo que abrasa
hasta romper el hechizo".
                                                            (Analía Sampaoli)

"La luna piensa que el charco
es un espejo de plata
si saber que con el viento
son persianas de hojalata".
                                           (Humberto Brizuela)
                         
"La luna salía grandota
al comienzo de mi calle corta
y rodando cielo arriba
trazaba un sendero blanco".
                                                   (Bernardo Ferrero)

"La luna   siempre la luna
hasta que Dios diga  basta
la tierra recibe sus  rayos
reflejos de color de plata".
                                                    (Carlitos Moyano)

"La luna detrás de un cirrus
y mi corazón doliente
luego la escondió un cerro
se abrió al cuarto creciente".
                                                    (Hipólito Santillán)

“La luna subió a mi tanque
fiero del pie hasta la tapa
y su cubierta de latex
aura parece nácar”.
                                         (José Gherra)

"La luna bajó al río
desnuda abajo y con enaguas
yo me sumergí despacio,
viajé a la luna…me hice agua".
                                                           (Walter “Cóndor” Marengo)

"Ahí viene otra vez la luna
a asomarse a la laguna
ahijuna! cuando se vio!
su belleza la enrojeció".
                                              (Nadia Celeste Muñoz)
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32- Yaguareté

En el año 2008, en Setiembre, Sebastián Ramírez estaba grabando su disco “Vientos van tejiendo…manantiales de verdor” y me pidió que le escribiera una referencia para su hermosa “Zamba del runa uturunco”.

                                         EL RUNA UTURUNCO  
                                
El Jaguar o Yaguareté (en el área guaranítica), o Uturunco y Uturungo (en quechua y quichua), también Nahuel (en mapuche) o simplemente Tigre o El Overo, habitó buena parte de las Américas, desde el Noroeste de los Estados Unidos hasta el extremo Norte de la Patagonia. Hoy está confinado en sectores de monte o selva y como es de suponer, en vía de extinción.

Su porte, su bello pelaje, su mirada amarilla y sus habilidades de formidable depredador, ha generado admiración,  pero también miedo. Domingo Faustino Sarmiento cuenta en “Facundo”:
“…es el bramido del tigre un gruñido como el del cerdo, pero más agrio, prolongado, estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento involuntario en los nervios, como si la carne se agitara, ella sola, al anuncio de la muerte...”.

Importa aclarar que solo ataca si está amenazada su cría o acorralado y sin salida. En circunstanciales encuentros con  humanos    prefiere huir,  porque les teme.
En Argentina, la creencia popular ha generado leyendas y toda una mitología en torno a este gran gato, una de ellas es la del “Runa Uturunco” (hombre tigre), difundida en las provincias del Noroeste. Esta metamorfosis, dicen, es causa de un pacto diabólico de hombres que quieren vengarse de personas  que alguna vez  le hicieron daño. Para transformarse en Uturunco,   solo le vasta revolcarse, de izquierda a derecha, sobre un pedazo de piel de tigre que lleva consigo y  decir frases ininteligibles o rezar un credo al revés. Ya convertido en felino, ataca a sus enemigos hasta matarlos  y robarles todas sus pertenencias. Para recuperar su aspecto de ser humano, solo debe realizar la misma operación pero en sentido contrario. Este mito  tiene su correspondiente con muchísima similitud en las provincias de la Mesopotamia, allí lleva el nombre de “Yaguareté Abá” (indio tigre).

En la Cultura Popular habitan seres sobrenaturales y demás supersticiones, que fueron creados por  esa ancestral necesidad del hombre de entender su destino,  dudas, temores, religiosidad y muchos sueños no realizados, acaso porque que el conocimiento científico, la religión oficial y la sociedad toda  no les han dado  respuestas.
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33- Día del Folklore

En ocasión de una audición en el Conservatorio “Félix T. Garzón” y coincidente con la celebración del Día del Folklore, mis alumnos me pidieron que escribiera una líneas para incluir en el programa del concierto.

Hoy 22 de Agosto es el Día del Folklore y esto no es pintoresquismo.

El simbolismo de las manifestaciones culturales tradicionales, o sea el Folklore, fue apropiada por la derecha liberal sobre finales del siglo XIX, no porque defendieran a los sectores populares y se interesaran por sus quehaceres, sino para contraponerlos a la “chusma de ultramar”, esto es el aluvión de peones golondrinas que llegaban de la Europa hambreada y para peor, estos gringos eran portadores de los ideales del anarcosindicalismo. Los sectores más progresistas  nunca pelearon por ese espacio.
Desde los albores de este país que la antinomia “Civilización y Barbarie”, acuñada por Sarmiento y sostenida por Mitre y los sectores oligárquicos del siglo XX y  lo que llevamos siglo XXI, viene falsificando la historia y produciendo un colonialismo pedagógico en detrimento de la cultura popular.
El Folklore es pues el producto cultural convalidado por la mayoría, fundamentalmente por las mayorías de la Argentina profunda, ni mejor ni peor, sólo  es único e irrepetible, es la memoria colectiva que debemos recuperarla como contrafuego.
Dice Mario Benedetti  sobre la memoria que no olvida:
                      “…pero aquí abajo, abajo 
                                  cerca de las raíces 
                                  es donde la memoria 
                                  ningún recuerdo omite 
                                  y hay quienes se desmueren 
                                  y hay quienes se desviven 
                                  y así entre todos logran 
                                  lo que era un imposible 
                                  que todo el mundo sepa 
                                  que el sur también existe…”

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